Opinión | Gaveta de Astrofísica
Jorge García
El que tiene boca se equivoca

La nebulosa Sharpless 2-48, una región H II de formación estelar situada en una zona muy interna del disco de la Vía Láctea. / Dean Salman
Todo el mundo conoce esta frase, que habitualmente se usa para reconocer un error, siempre que se sea lo suficientemente honesto como para hacerlo. Y es algo de lo que no nos libramos los científicos. Lo que no podemos hacer es aferrarnos a una teoría cuando los datos obtenidos nos proporcionan evidencias que entran en conflicto con ella.
Me vienen a la mente un par de casos extremos que vi en el estupendo documental Behind the Curve, sobre un grupo de terraplanistas. En él, realizaban un experimento con un giroscopio de precisión, pretendiendo demostrar que, al ser la Tierra plana, no encontrarían evidencia de su rotación. Sin embargo, en su afán por reafirmar sus creencias, hallaron justo lo contrario: una prueba clara de que el giroscopio se desviaba 15 grados por hora, exactamente lo esperado debido a la rotación del esferoide terrestre. Si tuvieran un mínimo de rigor científico, habrían aceptado que el resultado refutaba sus creencias, pero como estas no se basan en el método científico, no lo hicieron. En su lugar, buscaron explicaciones alternativas, como que había interferencias afectando los resultados y demás blablablá.
La honestidad es uno de los pilares fundamentales de la ciencia, y es un principio al que los científicos debemos atenernos, incluso si ello nos lleva a conclusiones distintas de las obtenidas en nuestro trabajo previo. En la literatura científica abundan ejemplos de investigaciones que, una vez refinadas con datos de mejor calidad, modifican sus conclusiones iniciales. Un caso claro lo vemos con el asteroide 2024 YR4, cuya probabilidad de impacto con la Tierra (o con la Luna) se ha ido ajustando a medida que se han obtenido mejores datos y se ha refinado su órbita, reduciendo drásticamente la posibilidad de colisión.
En el estudio de las condiciones físicas y abundancias en nebulosas ionizadas, también a veces debemos retractarnos de afirmaciones previas. Hace unos años, encontramos que las abundancias químicas en las regiones más internas del disco de nuestra Galaxia parecían ser menores de lo esperado, lo que atribuimos a la acción de la barra galáctica, cuya rotación podría provocar una drástica disminución de la formación estelar y, en consecuencia, un menor enriquecimiento químico. Sin embargo, un colega del IAC, experto en barras de galaxias espirales, nos comentó que este efecto, ya observado en otras galaxias, podría no ser aplicable a nuestro caso, pues requeriría que se extendiera a distancias mayores de lo esperado. Para comprobarlo, decidimos obtener datos de mayor calidad usando el Gran Telescopio Canarias y, voilà, las nuevas abundancias fueron consistentes con lo esperado, sin necesidad de invocar la influencia de la barra.
En otra ocasión, estudiamos el efecto de los chorros de gas con velocidades supersónicas observados en la nebulosa de Orión sobre las abundancias químicas. El escenario es similar al de una onda de choque, como las que se ven en las imágenes de aviones que rompen la barrera del sonido. En ese caso, encontramos que en la región donde el chorro de gas de una estrella recién formada interactuaba con el gas de la nebulosa, la temperatura aumentaba. Este resultado coincidía con los modelos teóricos, lo que nos llevó a aplaudir con las orejas. Pero años después, un estudiante de doctorado de nuestro grupo analizó datos mucho más profundos y de mejor calidad del mismo chorro y encontró que, en realidad, lo que aumentaba significativamente era la densidad del gas, no la temperatura. Este aumento de densidad ya aparecía en nuestros datos previos, pero lo habíamos subestimado, lo que nos llevó a sobreestimar la temperatura.
En ciencia, cuando un resultado contradice otro anterior, lo correcto es publicar un nuevo artículo en el que se presenten los nuevos hallazgos y se haga referencia al estudio previo que se desea actualizar. En los casos mencionados en este artículo, eso es exactamente lo que hicimos, dejando constancia de que las conclusiones iniciales se habían modificado. Porque, como bien señalo en el título, el que tiene boca se equivoca. Y es algo que ya expresaron, de otra manera, pensadores y científicos prestigiosos como Albert Einstein: "Cualquiera que nunca haya cometido un error, nunca ha intentado algo nuevo", o Samuel Beckett: "Siempre lo intentaste. Siempre fracasaste. No importa. Inténtalo de nuevo. Fracasa otra vez. Fracasa mejor".

Biografía
Jorge García Rojas es un astrofísico lagunero. Tras estudiar Ciencias Físicas, especialidad de Astrofísica, en la Universidad de La Laguna, estuvo unos años dando clases en centros de secundaria de Tenerife y Lanzarote, hasta que decidió retomar su primer amor y obtuvo el título de Doctor en Astrofísica por la Universidad de La Laguna. Después pasó unos años en México y regresó a Canarias como astrónomo de soporte de los Observatorios del Teide y del Roque de los Muchachos. Actualmente es investigador postdoctoral en la línea de “Estrellas y Medio Interestelar” en el Instituto de Astrofísica de Canarias.
***Sección coordinada por Adriana de Lorenzo-Cáceres Rodríguez
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