Opinión | un carrusel vacío

No me moleste, mosquito

No me moleste, mosquito

No me moleste, mosquito / Vostoky

Cuando pensamos en el grupo sesentero The Doors, inevitablemente se nos viene a la cabeza Jim Morrison: su cabello ondulado, su gesto rebelde y ese timbre tan particular, de barítono desgarrado. ¿Alguien puede imaginarse la banda sin él? Pues bien; lo cierto es que, durante un tiempo, se produjo esta situación. En 1971, Morrison decidió abandonar el grupo y mudarse a París con su novia, Pamela Courson, para dedicarse a la faceta que por entonces más le motivaba: la poética. Era alcohólico y pocos meses después, en julio, murió de sobredosis, pasando a formar parte del fatídico grupo conocido como «Club de los 27».

Tras su muerte, el resto de los integrantes de la banda decidieron continuar. Los encabezaba Ray Manzarek, el teclista, que había fundado la banda junto con Morrison, allá por 1965. Posteriormente se unieron el baterista John Densmore y el guitarrista Robby Krieger. En los últimos tiempos, la relación entre Morrison y sus compañeros estaba muy deteriorada, debido, en gran parte, a los excesos y la inconstancia de Jim, que generaban en el grupo una mala imagen de cara al público. Por otra parte, a él nunca le preocuparon los intereses comerciales que sí movían al resto. La cuestión es que existen dos álbumes sin Morrison: Other Voices (1971) y Full Circle (1972). Ambos pasaron bastante desapercibidos. Yo, que los he escuchado, solo recuerdo un tema, «The Mosquito», por su naturaleza cómica y porque está cantado en español. Dice el estribillo: «No me moleste, mosquito; let me eat my burrito…». Si comparamos esa letra con la profundidad de The End, el resultado es que parece un grupo totalmente distinto –y mucho peor.

The Doors se había quedado sin su cabeza visible y, durante un tiempo, trataron de fichar a algún «pez gordo» –sonaron nombres como Iggy Pop o Paul McCartney–. Finalmente, asumieron que The Doors no tenía sentido sin Morrison y decidieron tragarse su orgullo y hacer lo único que podían: homenajearlo. Tras disolver el grupo en 1973, en 1978 volvieron a reunirse para grabar An American Prayer: un álbum en el que pusieron música a poemas de Jim grabados por él mismo.

Los miembros de Queen, tras el fallecimiento de Freddie Mercury en 1991, le dedicaron un concierto homenaje en 1992. Aunque solo han lanzado un primer álbum en el que aprovecharon las últimas grabaciones de éste –Made In Heaven, 1995– y otro más que fue el último: No-One But You (1997), actualmente siguen organizando giras con el nombre de Queen, pero dejando claro que sin la presencia en el escenario de Mercury. Respecto a Nirvana, no se molestaron en seguir después de que Kurt Cobain falleciera en 1994, más allá de reuniones ocasionales.

El caso de Pink Floyd es más polémico. El estilo de la banda experimentó un giro a partir de la marcha de Roger Waters, en 1985, debido a su mala relación con David Gilmour, la otra cabeza visible. Pink Floyd evolucionó hacia un estilo menos comprometido políticamente y, para gran parte de la crítica, perdió su esencia; no así para otros, puesto que siguió vendiendo mucho hasta su disco de despedida, The endless river (2014). Pero hace unos años asistí a un concierto de Waters en Madrid y fue como ver a Pink Floyd en directo, con toda la parafernalia de los mejores años y los temas clásicos interpretados en solitario.

En la mayoría de los casos, los grupos tienen una cabeza visible. Las razones son diversas: un genio que se imponga al resto –como ocurrió en las mencionadas bandas de rock– o que, desde la fundación del grupo, esa persona haya estado presente y haya «tirado del carro» en épocas mejores y peores, mientras el resto de los miembros fluctuaban, y resulta casi imposible imaginar ya el grupo sin ella. Esto se puede aplicar a todo tipo de agrupaciones artísticas, no solo a las musicales. Mantener un grupo a lo largo del tiempo es complicado, porque las personas tenemos distintas formas de ver la vida y, ante determinados contratiempos, a veces resulta imposible mirar por el bien del colectivo y cada uno acaba, como se dice popularmente, «barriendo para casa». Pero si desaparece esa cabeza visible, el resto del grupo debe reconocer su labor y, desde luego, no intentar «borrarlo del mapa», por muy mala relación que exista. ¡Hasta McCartney homenajea hoy a Lennon en sus conciertos! ¿Alguien se imagina a Ray Manzarek censurando las fotos en las que aparece Jim Morrison, por ejemplo? Habría sido un tremendo despropósito, tanto desde un punto de visto ético –no reconocer su labor indispensable en el grupo– como práctico, porque, ¿qué habrían sido The Doors sin Morrison? Ahí está «The Mosquito» para respondernos. n

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents