Opinión | La columna

José Juan Ojeda quintana

María del Carmen Rey, Mary

Fallece María del Carmen Rey, viuda de Guillermo García-Alcalde.

Fallece María del Carmen Rey, viuda de Guillermo García-Alcalde. / La Provincia

Es una historia de amor entre dos seres que se enamoraron a orillas del mar Cantábrico en el fragor de las olas batiendo con furor las arenas de las playas del Norte de España, con la bendición y la sonrisa de la Virgen de Covadonga. Él era un asturiano de Luarca, se llamaba Guillermo. Ella era una joven gallega, nacida en el Ferrol. Formaron un matrimonio, de los que los clásicos llamaron hierogamia, bodas santas, promesas a cumplir y ya cumplidas, que se pudieron comparar con las bodas de Poseidón, dios del agua, de las olas, y Anfitrite.

El trabajo los llevó a nuestras Islas Canarias. Donde él iba, ella también iba y al revés. Tuvieron dos hijas. Una de ellas falleció, sumiendo al matrimonio en su peor momento sentimental. Quedó la otra hija, Amalia, licenciada en Derecho y buena periodista. Luego llegó la nieta Carmen, que aumentó la felicidad de la pareja.

Él, culto, inteligente, formó una tertulia a la que yo acudía, con Milagros, cuando estábamos en Las Palmas. Dirigía La Provincia, dando una amplia atención a la cultura. A veces nos reuníamos en el Restaurante El Gallo Feliz. Él era el Gallo y ella la mujer feliz. Allí estuvo Martín Chirino, Lothar Siemens, José Luis Gallardo, Falcón Sanabria, Matías Díaz Padrón y otros que no cito por no hacer esta historia, sin nombre, interminable.

Él murió hace dos años y ella, siguiendo su juramento marital, acaba de seguir su limpia estela.

Yo, espectador de este teatro que ha sido nuestras vidas, estoy con lo que no puedo olvidar ni ahora ni nunca: los flamantes escenarios, entre los que se cuentan nuestras conversaciones en mi finca de Valleseco, ese azul puro del mar, que se ve desde el barranco de la Virgen, el verdor de las plataneras de Arucas, el alisio que sube del mar a la Cumbre, el recuerdo de las playas de Gijón y Ferrol, en las que me bañé mientras que los triatletas de mi club, el Canal, se batían en limpia competencia con otros deportistas de toda España.

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