Opinión | Retiro lo escrito

Chapuceando intensamente

El Ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, Ángel Víctor Torres, la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, y el presidente de Canarias, Fernando Clavijo.

El Ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, Ángel Víctor Torres, la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, y el presidente de Canarias, Fernando Clavijo. / Jesús Hellín / Europa Press

En la reunión entre María Jesús Montero, vicepresidenta y consejera de Hacienda, y Fernando Clavijo, presidente del Gobierno de Canarias, se coló Ángel Víctor Torres, básicamente para chupar cámara y, a la salida, enmedallarse un poquitín. Lo más gracioso de esta gente es que cree que no se les nota. Hace unos días, cuando se anunció la nueva concesión del Gobierno socialista sobre control de fronteras a Junts, tan dudosamente constitucional, Coalición Canaria apenas murmuró cierto malestar, y Torres saltó de inmediato para afearle la conducta, porque criticar la transferencia de la inmigración y control de fronteras a Cataluña podía molestar a Junts, y se necesita el voto de la derecha independentista para sacar adelante la modificación de la ley de Extranjería. Para el señor ministro «no es muy inteligente» decir esas cosas. La principal fuerza política que sustenta al Gobierno autonómico debe renunciar a tener y difundir su opinión política para no ofender a un socio parlamentario de Pedro Sánchez. Un socio que puede ponerlos en la calle –a Sánchez, a Montero y a Torres– en un santiamén. Así que no solo aguanta este bacilón mío sobre los menores migrantes que ya dura año y medio, sino calladito la boca con lo que yo te diga. El cachanchanismo de Torres deviene sagrado. Es su sábana santa, una tela empapada en disimulos zorroclocos. Y su interés prioritario es muy obvio, y no es Canarias, sino mantener al PSOE en el poder.

En fin, ¿alguna solución con la redistribución de los menores? Vamos a darnos una semanita más para detalles menores como la ficha financiera o los cupos por comunidades. Pero estamos trabajando intensamente. Estamos trabajando con la intensidad con la que Miguel Ángel esculpió La Piedad, con la intensidad con la que Arconada detenía los goles, con la intensidad con la que actuaba en sus películas Nacho Vidal, con la intensidad de un soneto de Garcilaso de la Vega o de una greguería de Ramón Gómez de la Serna. Si ustedes, inocentes lectores, pudieran ver la intensidad con la que trabajan, incansablemente, entregados a la causa, con un valor cotidiano que desprecia fieramente los peligros, como legionarios y legionarias, novios y novias de la muerte, se quedarían asustados, porque esta intensidad para desarrollar la agenda canaria es realmente espeluznante, inhumana, llameante, una intensidad que incendia por combustión espontánea las cortinas, las alfombras, las lámparas de araña, la seda de los sofás y los damasquinados que adornan –sobriamente– los ministerios de la villa y Corte de Madrid.

«No dejamos de trabajar», cuenta Ángel Víctor, hundido en su modesta y humanísima importancia histórica. «Vamos a trabajar hasta encontrar una solución satisfactoria que ya está muy avanzada», campanillea Montero con ese acento andaluz suyo de comedia del desarrollismo franquista, porque ya se sabe que Franco, Franco, Franco está en todas partes y la vergüenza en ninguna. Vamos. Una semanita más. Una semanita más o menos. Más que una semanita y menos que un mes. No dejamos de trabajar ni a la hora de acudir al retrete, ni cuando se nos muere el perro, ni de día ni de noche, llueve, truene, relampaguee. Pero algo ocurre también al otro lado. Una entrega ilimitada a una causa que disuelve programáticamente el resto de la acción del Gobierno.

Y demasiadas cosas se paralizan, se atrofian, parecen invulnerables a los propósitos reformistas que anunció ese mismo Gobierno en julio de 2023. Ni una sola vivienda pública construida todavía. Ni una reforma legislativa de calado aprobada. Y los hospitales canarios –cansancio, dolor y desesperación– son a veces una tragedia, otras un chiste negro y, a menudo, en los despachos gerenciales, una película de zombis.

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