Opinión | A babor

Y ahora, la novia

El PP ha lanzado otro vídeo realizado con IA, que muestra a Sánchez y Ábalos hojeando un catálogo de mujeres, en alusión a los recientes escándalos sexuales. Aunque la ética de utilizar imágenes generadas para atacar políticamente es más que reprobable, el video demuestra que el PSOE se ha convertido en un blanco fácil: bajo el liderazgo de Sánchez, se enfrenta a una crisis de credibilidad sin precedentes.

Sánchez

Sánchez

El PSOE y Pedro Sánchez parecen estar atrapados en una espiral de escándalos que desafían cualquier intento de mantener una fachada de integridad. El caso del ex ministro Ábalos es la punta del iceberg de una serie de desatinos que manchan la ya deteriorada imagen del partido. Ábalos ascendió rápidamente en las filas socialistas, convirtiéndose en secretario de Organización y en una figura clave en la moción de censura que llevó a Sánchez a la presidencia en 2018.

Su caída es igualmente estrepitosa, envuelto en escándalos que combinan corrupción y prostitución, ingredientes recurrentes en la tradición del período sanchista. La relación de Ábalos con una trabajadora sexual, Jessica Rodríguez a quien facilitó empleos públicos ficticios y alojamiento en un piso de lujo financiado por empresarios que buscaban favores del ministro, se ha convertido en un culebrón de éxito. La investigación a Ábalos, hombre fuerte del presidente, pero cesado como ministro de manera fulminante y sin dar ninguna explicación del cese, para ser posteriormente reincorporado al partido después, acumula acusaciones por tráfico de influencias, organización criminal, cohecho y malversación. Su amiga admitió haber estado contratada por empresas públicas sin trabajar durante más de dos años.

Ábalos mantuvo su relación con Jéssica durante dos años, desde octubre de 2018 hasta noviembre de 2020. Durante este período, la estudiante de Odontología y scort de lujo, se convirtió en acompañante permanente del ministro, respaldada por un acuerdo económico que incluía una compensación mensual mínima de 6.000 euros. Jessica acompañó a Ábalos en múltiples viajes oficiales, tanto nacionales como internacionales, con una tarifa de 1.500 euros por día. Entre noviembre de 2018 y diciembre de 2022, participó en al menos 16 desplazamientos oficiales, según la Guardia Civil. Pero Ábalos no se limitó a pagar por la compañía: su novia residió en un lujoso apartamento en la Plaza de España de Madrid, cuyo alquiler mensual de 2.700 euros fue sufragado por empresarios vinculados al Ministerio y a la trama Koldo. Ese piso sirvió como lugar de encuentros y fiestas durante la pandemia, mientras el PSOE promovía públicamente el confinamiento y la abolición de la prostitución. Para que Ábalos no tuviera que rascarse su propio bolsillo, Jessica fue contratada por dos empresas públicas, Ineco y Tragsatec, cobrando salarios que sumaron más de 31.000, euros sin desempeñar jamás ninguna función real. Aunque Ineco ha presentado documentos que acreditan 3.684 horas trabajadas, la novia de Ábalos admitió en sus declaraciones ante la Fiscalía Anticorrupción y el Supremo que no había trabajado nunca.

Ábalos no es el primer Tito Berni que le sale al partido. La historia reciente del PSOE está salpicada por casos de corrupción y comportamientos cuestionables que contradicen el discurso de ética y transparencia con la que sus dirigentes se llenan la boca. La repetición de estos escándalos sugiere una cultura interna permisiva, o –al menos–una alarmante falta de control sobre el desempeño de los cargos públicos, una desasosegante complicidad con lo que ocurría. Y también pone de manifiesto la omertá posterior. Las declaraciones del sucesor de Ábalos en el ministerio, el peleón ministro Oscar Puente, protegiendo la versión de su predecesor, y alegando que Rodríguez desempeñaba competencias de las que nunca se ocupó ni remotamente, evidencian cierta laxitud en los controles, cuando no la explicita complicidad para reducir el impacto público de los delitos cometidos.

La actitud de Sánchez sobre estos escándalos –por no referirnos a los que afectan directamente a su familia, a su hermano y su mujer– es, cuanto menos, muy ambigua. Su negativa a explicar hasta ahora los motivos del cese de Ábalos en 2021, desvinculando la decisión de cualquier actividad ilícita, levanta sospechas sobre su real conocimiento de las acciones de su círculo cercano, y sobre su tolerancia con ellas. La falta de transparencia y la aparente protección a figuras cuestionadas dentro del partido reflejan un liderazgo más preocupado por la imagen que por la integridad.

La oposición no ha dejado pasar la oportunidad de capitalizar estos escándalos. El PP ha lanzado otro vídeo realizado con IA, que muestra a Sánchez y Ábalos hojeando un catálogo de mujeres, en alusión a los recientes escándalos sexuales. Aunque la ética de utilizar imágenes generadas para atacar políticamente es más que reprobable, el video demuestra que el PSOE se ha convertido en un blanco fácil: bajo el liderazgo de Sánchez, se enfrenta a una crisis de credibilidad sin precedentes. Los escándalos que involucran a figuras clave como el ex ministro Ábalos no parecen casos aislados, sino síntomas de una enfermedad profunda que corroe al partido: la tolerancia con la corrupción y la ausencia total de autocrítica.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents