La ansiada tranquilidad

En la portada de la última revista/memoria que la ONG para la que trabajo como voluntaria edita anualmente, aparece un grupo de mariposas monarcas enganchadas a las hojas lineales que brotan de las ramas de un árbol, imagino que chupando esas células dulcitas, la floema, antes de que desaparezca su sabroso azúcar tronco abajo a cumplir la misión de nutrir las partes basales y subterráneas.

La foto, de una belleza imposible de describir es obra de Jaime Rojo, un fotógrafo que convierte sus instantáneas de estos insectos en obras de arte y a los que sigue en sus viajes entre México y Estados Unidos y cuyo trabajo ha obtenido los más importantes premios internacionales.

La mariposa monarca, además del peculiar color naranja en sus alas que nos produce una explosión sensorial al combinarse con rayas, motas, círculos y ondulaciones dibujados con respeto al tono original y cuya igualdad tiene algo que ver con la música dodecafónica, es también una valiente que puede recorrer hasta ¡4.500 kilómetros! de distancia en sus migraciones entre los dos países mencionados y Canadá. Si fuese tan presumido como los humanos, podría jactarse de ser el coleóptero más estudiado del mundo.

En otro lugar de esta misma publicación, la magnífica artista canaria Dácil Duerto Arteaga ha dibujado a unas mujeres en lo que, entiendo, como su búsqueda de la libertad. Llevan ropaje que recuerda a los países árabes y la visión colorista de la autora, la posición de los cuerpos, el sentido del fondo delicadamente pintado no necesita palabras. También con ella se puede tener una visión esperanzadora en el silencio de la contemplación.

Búsquenlos a ambos en el amigo Google y gozarán de imágenes hermosas, de visiones que significan un regalo inesperado en estos tiempos histéricos en que abres el periódico o enciendes la tele y te enfrentas entre noticias de inacabables guerras y violencia, a términos inentendibles: “termodinámica”, “criptoeconomía”, “algoritmo”, “avatar cuántico”… palabras que, la mayoría, tomamos como disortografía o la aparición de esos dos machangos (aunque hay más) que, dicen, controlan el país más poderoso del mundo, uno con los pelos teñidos de un color que intenta asemejarse a la mariposa monarca (¡ni de coña!) y el otro con una gorra a la inversa sobre una cabeza que, mucho me temo, tiene la capacidad de raciocinio, también, invertido.

Por eso, porque nuestros días se han convertido en ráfagas incontrolables que vemos pasar por el espejo retrovisor de nuestra vida, cuando nuestra única ansia es la tranquilidad que no alcanzamos, es por lo que, tan a menudo, una fotografía o una obra pictórica contienen el fisquito de sosiego necesario para, durante un instante, tenerla entre las manos.