Opinión | El recorte
Otro clavo

Fernando Grande-Marlaska / Europa Press
Europa se deshace, por arriba y por abajo. Pierde la pelambrera y se le caen las uñas de las patas. El virus de la desunión está contagiando a todo el mundo en todos sitios y el hecho de que el destino nos haya puesto en manos de los líderes políticos más incompetentes de la historia no hace más que empeorarlo.
Hace menos de un año, el ministro de Interior se indignaba cuando le preguntaban por la transferencia del control de fronteras a Cataluña. «No puede ser», decía Grande Marlaska. «El control de fronteras es una competencia exclusiva del Estado y, por tanto, corresponde a la Guardia Civil y a la Policía Nacional». ¡Palabra de ministro, te alabamos señor!
Marlaska, que estaba ayer de baja –o de bajona– va a tener que tragársela doblada y hasta el fondo. Porque ese es el acuerdo que se va a producir entre el Gobierno de lo que va quedando de España y el de Cataluña. La policía catalana se encargará del control de puertos y aeropuertos y asumirá las competencias migratorias en su territorio. Pasito a pasito, suave suavecito, la independencia de Cataluña va definiendo sus perfiles, a los que ya solo les falta la soberanía fiscal y tal vez una moneda propia, con el rostro de Pedro Sánchez en la cara –si cabe– y una butifarra en la cruz.
Con la ley de amnistía vimos cómo algo supuestamente imposible se hacía real. Lo que no se podía hacer se hizo. Importantes figuras del PSOE –como la vicepresidenta Carmen Calvo– afirmaron una y otra vez, hasta aburrir, que una amnistía genérica a los independentistas catalanes no cabía dentro de la Constitución Española. Pero llegado el momento se cosieron la boca, humillados por la voluntad de Moncloa. La Ley de Amnistía, que atacaba siete artículos constitucionales, desde la igualdad de los ciudadanos ante la ley (Artículo 1) a la tajante prohibición de indultos generales y amnistías (Artículo 62), se aprobó por los disciplinados socialistas junto a sus socios vascos y catalanes. Y Yolanda, claro. Eternamente ahí.
Con el control de fronteras es la misma película. Cantarán los corifeos sanchistas que es el mejor acuerdo del universo. Y tal vez lo sea. Otro clavo en el ataúd. Otro paso en la agonía de un Estado fracasado. El penúltimo.
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