Opinión | El recorte

El despertar de un sueño

Trump dice que, para volver al diálogo, Zelenski debe hablar de paz sin atacar a Putin

Trump dice que, para volver al diálogo, Zelenski debe hablar de paz sin atacar a Putin

Le atribuyen a Benjamin Franklin, padre del pararrayos, la estufa y la independencia norteamericana, una frase demoledora: «La democracia son dos lobos y una oveja votando sobre qué se va a comer. La libertad es la oveja, armada, impugnando el resultado». Y es que, nos guste o no, en el mundo sigue teniendo sentido la vieja frase latina: «si vis pace, para bellum». Si quieres la paz debes estar preparado para la guerra: la defensa de la libertad exige la disuasión de la fuerza.

Europa ha despertado de un largo y placentero sueño. El país que fue decisivo para la construcción de las democracias europeas, tras dos sangrientas guerras mundiales, ha decidido jugar por libre. La defensa de Europa estaba depositada en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) sostenida en gran parte por el esfuerzo presupuestario de la primera potencia del mundo: Estados Unidos. La llegada de Donald Trump ha cambiado las reglas de juego. El líder norteamericano le ha dicho a los países europeos que se las compongan solos. Dicho en plata: «búsquense la vida».

Resucitando la doctrina Monroe, American first, Trump ha entrado en escena como un elefante en una cristalería. Para empezar va a repartirse Ucrania con Putin, primer interesado en acabar con una guerra que se le ha complicado. Y lo va a hacer excluyendo a Europa. Porque puede. Por lo mismo que levanta barreras aduaneras para todos los productos de importación que compitan con sus producciones propias. O se carga de un manotazo los acuerdos de la lucha contra el cambio climático, considerando que perjudican los costos de producción de sus bienes y servicios. O elimina las multimillonarias ayudas a las políticas de género que pervierten su idea de la sociedad. O despide a miles de funcionarios de la charca putrefacta de Washington. Trump es una figura inclasificable. Un líder capaz de retransmitir en directo una tormentosa reunión con el presidente de Ucrania, Vladimir Zelenski, y discutir con él en público como en un show televisivo.

Aunque vivamos al otro lado del mundo, lo que está ocurriendo tendrá consecuencias para nosotros. En China ya están tomando tila. Y si sobra deberíamos tomarnos una taza, no solo porque el zarpazo al libre comercio vaya a distorsionar la economía europea, afectando a sus intercambios comerciales con el mercado norteamericano, sino porque va a exigir de los países de la UE un esfuerzo presupuestario suplementario en materia de seguridad. Existe la urgencia de resucitar el ejército europeo disuelto en 2011, la Unión Europea Occidental, lo que supondría crear una gran fuerza militar coordinada de todos los países miembros. Y esto lo reclaman ya muchos líderes no solo desde la idea de crear una «identidad de defensa europea» sino desde la idea de la mera supervivencia.

Ya no se trata del viejo dilema de cañones o mantequilla, porque si no tienes cañones es bastante probable que acabes sin mantequilla. La neutralidad y la no beligerancia es un lujo imposible en un planeta con potencias dirigidas por matones que un día deciden lanzar sus tanques e invadir un país soberano, como bien nos ha enseñado Putin.

Dirigida por políticos mediocres y sin grandeza, por unas derechas necias y unas izquierdas bobas, la vieja, dividida y desilusionada Europa va a tener que tragarse, porque no le queda otra, que sobre las ruinas humeantes de Ucrania se produzca un reparto del botín del derrotado entre el dictador ruso y el presidente norteamericano. Y así, como quien no quiere la cosa, se estarán sentando las bases envenenadas de un nuevo conflicto mundial. Como ya ocurrió en Versalles en 1919.

La historia siempre se escribe con sangre inocente. Pero esta vez, gracias a Openheimer, al menos sabemos casi con toda seguridad que la próxima gran guerra será la última.

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