Opinión | Nuevo orden mundial
Olga Merino
Bienvenidos a Gaza, ciudad de vacaciones

Tropas israelíes patrullan junto a la frontera con Gaza. / EFE
Seis bebés han muerto de hipotermia en Gaza en las dos últimas semanas debido a la falta de un refugio en condiciones. En el ínterin, Donald Trump ha colgado en sus redes sociales un vídeo obsceno, generado por inteligencia artificial, donde se muestra la transformación de la franja devastada en una especie de Marina d’Or, ciudad de vacaciones, un delirante proyecto que él mismo ha bautizado como «la Riviera de Oriente Medio». De los 47.000 palestinos muertos a la promoción inmobiliaria sin el mínimo atisbo de ética.
El engendro de marras no ha sido fabricado en la Casa Blanca. Al parecer, se ha descargado de Rumble, una plataforma de vídeo con sede en Florida, como la lujosa residencia del presidente norteamericano. De Mar–a–Lago a Gaza–a–Lago. El clip, de 30 segundos de duración, sobrepasa los límites del cinismo: sobre los escombros brotan palmeras, piscinas y hoteles. El multimillonario Elon Musk disfruta de la comida local –pan de pita y hummus– en una playa azulísima. Trump y su amigo Binyamín Netanyahu aparecen tumbados en hamacas mientras degustan cócteles de color naranja Aperol. Llueven billetes sobre las pobres gentes, y dos supuestos miembros de Hamás, barbudos, cintas verdes en las frentes, se han trasmutado en hurís, en sensuales bailarinas de la danza del vientre. Una canción machacona, de las de chumba–chumba, repite el estribillo «golden future, brand new life» (un futuro dorado, una vida completamente nueva). La inteligencia artificial va desplegando sus tentáculos despojada de empatía.
La propuesta de Trump para la franja de Gaza, que ya fue presentada a principios de febrero, es tan atroz como inviable. Supondría no solo la deportación forzosa de dos millones de palestinos hacia Egipto y Jordania, países que ya han expresado su rechazo frontal a un plan que constituye un crimen de lesa humanidad, sino también que los saudís renunciasen a la creación de un Estado palestino. El presidente norteamericano es muy consciente; la idea del balneario en Gaza es tinta sucia de calamar, una cortina de humo para seguir cometiendo fechorías en Cisjordania, para encubrir las corruptelas de Netanyahu; la constatación final de que el business está por encima de la política. Otro tanto se explicita en el supuesto plan de paz para Ucrania: Trump se arroga el derecho a cobrarse los 130.000 millones de dólares en ayuda concedidos a Kiev en la forma de beneficios por la explotación de las tierras que contienen minerales estratégicos, cuya extracción no será tan fácil como la pintan. Ni una palabra, sin embargo, sobre cómo se garantizará la seguridad de la exrepública soviética. El mundo tal como lo conocíamos ha desaparecido de un plumazo. Ya no imperan las leyes internacionales ni el respeto a las fronteras, sino el gesto histriónico de la motosierra en ristre. A Milei se le ha pasado por la cabeza que las personas con discapacidades puedan ser clasificadas como «idiotas» e «imbéciles». Bienvenidos al Far West. La ley del más fuerte por un puñado de dólares, mientras el pasmo nos convierte en estatuas de piedra inane.
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