Opinión | El recorte

Tensiones políticas

Aquí se perdió una vez la vergüenza y nadie ha podido volver a encontrarla.

La vicepresidenta y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, conversa con la consellera Alicia Romero antes de la reunión del CPFF

La vicepresidenta y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, conversa con la consellera Alicia Romero antes de la reunión del CPFF / EFE/ Mariscal

Las comunidades del PP le han hecho un corte de mangas con peineta a María Jesús Montero en la reunión del cónclave autonómico de Política Fiscal y Financiera. Se salieron en cuanto puso sobre la mesa el tema de la deuda, derivado del acuerdo con los independentistas catalanes. Nada que no se viera venir.

La consejera de Hacienda de Canarias, Matilde Asián, también dio un portazo. Uno que no ha sentado nada bien a sus socios de gobierno. Coalición Canaria ha criticado el maltrato a una de las comunidades más cumplidoras y con menos deuda, que casualmente es la nuestra, pero el presidente Clavijo no considera afortunado –por decirlo muy suavemente– el gesto de salirse de una reunión institucional. No es el estilo que le gusta. Y menos le habrá gustado la llamada de la ministra Montero, cabreada como un demonio de Tasmania, acusándole de hacerle el caldo gordo a los populares y recordándole que está pendiente con ella ese «pequeño asuntillo» de la financiación del reparto de menores.

Montero ha planteado una operación muy bien pensada. Una que le permite decir que no son 17.000 millones de quita, sino 83.000. Y no solo a Cataluña, sino a todas las comunidades. Claro que se le olvidó añadir que le meten una puñalada a Galicia y a Madrid. Que a Castilla-La Mancha, de Page, la ponen en casa. Y que le permite aliviar 18.000 millones de deuda a Andalucía, la comunidad donde la propia ministra va a presentarse como candidata a las autonómicas. Aquí se perdió una vez la vergüenza y nadie ha podido volver a encontrarla.

Lo estupendo del cambio de bolsillo de la deuda es que pasará de la cartera de las autonomías a la del Gobierno central. Pero como la deuda y sus intereses la pagan todos los españoles… pues viene a ser lo mismo ¿no? Pues no. Ni mucho menos. Los vascos, por ejemplo, están a lo de Juan Palomo, yo me lo guiso, yo me lo como. Viven en un mundo fiscal aparte y no tienen nada que ver con la deuda que obliga a los españoles. Así que cuando dentro de unos meses el Gobierno de Pedro Sánchez acuerde con Cataluña un pacto fiscal similar al del País Vasco, se obrará el milagroso milagro: los 83.000 millones que se van a sumar a la deuda de todos los españoles los seguirán pagando los españoles. Pero no los vascos. Ni los catalanes, a los que se les habrá lavado un 20% de su deuda que corresponderá pagar al resto de los españoles. Que serán los que vayan quedando. Y el último que apague la luz.

Tal vez porque sabe todo eso, a la ministra se le escape tanto eso de «condonar» la deuda, que no es muy exacto. No se perdona nada. Los que pagan la deuda, con sus impuestos, son los ciudadanos, no los territorios. Así que gato blanco, gato negro, ¿qué más da en qué bolsillo esté la factura que hay que pagar, en el de la Hacienda del Estado o en de las haciendas autonómicas, si la van a pagar los mismos ciudadanos? Pues, querida familia guanche, el truco del almendruco es precisamente que la pagarán unos, pero no los otros que se van a ir. A los catalanes, si finalmente hay pacto fiscal, sí que se les va a «condonar» la deuda. Porque fiscalmente hablando, como los vascos, ya no serán españoles. Por algo se empieza.

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