La indignante propuesta de Trump para«limpiar» Gaza

Resultaba moralmente indignante y aun grotesco escuchar el otro día a Donald Trump referirse, en conferencia de prensa, a la total destrucción e inhabitabilidad de Gaza mientras tenía a su lado al responsable directo de tal estado de cosas.

Y ver cómo el jefe del Gobierno israelí, Benjamín Netanyahu, escuchaba, asistiendo y con una sonrisa de autocomplacencia de oreja a oreja, las palabras insensibles del Presidente y más firme aliado de su país.

Hablaba Trump del estado actual de la Franja como si lo allí ocurrido fuese sólo el resultado de un terremoto o un tsunami y no la destrucción sistemática y deliberada de un pueblo considerado inferior por un Gobierno colonialista y profundamente racista.

Y como si los gobiernos de Washington, no sólo el de Joe Biden, sino todos los anteriores, incluido el del primer mandato de Trump, no hubiesen propiciado además ese crimen con sus entregas de armas a un Ejército al que Netanyahu se refiere hipócritamente como “el más moral del mundo” y con sus continuos vetos en el Consejo de Seguridad de la ONU.

Presentaba el promotor inmobiliario sin escrúpulos que es Trump un futuro luminoso para los palestinos a los que se proponía expulsar por la fuerza de Gaza para reasentarlos en uno o más lugares de los países vecinos donde ya no seguirían irremediablemente expuestos como hasta ahora a la miseria y a la muerte.

Insensible al profundo apego de un pueblo al territorio que lleva generaciones habitando, Trump parecía ver ese traslado forzoso como el de cualquier familia estadounidense que, jubilada o en busca de mejor trabajo, decide cambiar Ohio por Florida.

Sin tener para nada en cuenta la inevitable resistencia de los propios gazatíes, quienes, nada más declararse el alto el fuego en la Franja para posibilitar el intercambio de rehenes judíos por presos palestinos, decidieron volver en masa al norte de la Franja, de la que habían sido salvajemente expulsados.

Para Trump, todo era cuestión de dinero, que abunda, como dijo, en la región, pensando seguramente en Arabia Saudí, Qatar o los Emiratos; millones que servirían para construir ese futuro paraíso en Jordania o Egipto donde los gazatíes actuales y futuras generaciones podrían vivir felices y tranquilos, algo ya imposible en Gaza.

Mientras tanto, Estados Unidos se anexionaría la Franja para, tras liberarla de escombros y de minas, convertirla en un fabuloso resort al borde del Mediterráneo con torres Trump, campos de golf y posiblemente también algún casino.

Nada parecía importarle a Trump el hecho de que Jordania y Egipto, los dos países en los que pensaba, hubiesen afirmado rotundamente que en ningún caso recibirían a los palestinos expulsados ni que el príncipe heredero de Arabia Saudí hubiera rechazado también la operación de limpieza étnica propuesta.

¿Qué decir, por otro lado, del propio Netanyahu, obligado a escuchar cómo su mayor aliado, al que acababa de referirse como el “mejor amigo de Israel”, hablaba fríamente de anexionarse Gaza, es decir convertir la Franja en propiedad de EEUU?

Y ello sin explicar cómo podría cumplir su objetivo: ¿Estaría dispuesto el pueblo norteamericano a enviar a sus soldados a combatir a Hamás cuando ni siquiera el Ejército israelí ha logrado derrotarlo? ¿Es todo una locura o sólo la táctica negociadora de un psicópata?