Opinión | Editorial

El empuje creativo del cine en Canarias

David Baute (Garachico, 1974) a su llegada, hoy, a Los Rodeos.

David Baute (Garachico, 1974) a su llegada, hoy, a Los Rodeos. / J.D.

El empeño por una especialización de Canarias como plató de cine apoyado en una fiscalidad excepcional se quedaría cojo si, en paralelo, no se atiende el empuje creativo que vive el sector. Los recientes Premios Goya en el apartado de Animación, con galardones para Mariposas negras, del director tinerfeño David Baute, y Cafuné, producida por el grancanario Damián Perea, demuestran que la cinematografía isleña tiene bastante que aportar, pese a los obstáculos por su condición periférica. La iniciativa de acoger cada vez más rodajes internacionales de calidad, una fórmula de negocio indudable, debería servir de estímulo para potenciar y promover otros tentáculos de la industria, tanto en el plano divulgador y artístico, como en la formación profesional.

La atracción por la geografía isleña para sacar adelante ambiciosas series o películas constituye una oportunidad única para hacer caja. Pero la ambición por el negocio no deber cegar a los gestores públicos, que se acuerdan del cine cuando el agua corre, es decir, solo cuando hay galardones. Reconocimientos como los de Macu Machín por La hojarasca ponen en evidencia la pujanza de un cine canario que quiere abrirse camino en el circuito nacional e internacional a través de temáticas propias. Ya sea desde el fenómeno creciente de la migración o un mundo rural en declive, pasando por la naturaleza imprevisible del Archipiélago, como sucede con el largometraje Un volcán habitado de José Víctor Fuentes y David Pantaleón, o con el recurso de la adaptación del material histórico y literario, metodología de Benito Pérez Buñuel, de Luis Roca y Marta de Santa Ana. O desde la música con la palmera Valeria Castro, nominada a los Goya junto a Vetusta Morla por El amor de Andrea.

A este impulso creativo no le han faltado antecedentes sonados, entre los más destacables Guarapo de los hermanos Ríos; Mararía de Antonio Betancor; Esposados (candidata a los Oscar) e Intacto (ganadora de un Goya), ambas de Juan Carlos Fresnadillo; Damián Perea con el corto de animación Podría ser peor (nominado a los Goya); el documental Edificio España de Víctor Moreno (nominado a los Goya), y Paola Torres (Goya al Mejor Vestuario). Y en la producción, cómo no, Andrés Santana, galardonado tres veces con el Goya a la mejor dirección de producción. Esta recopilación, como la anterior, seguramente incompletas, tienen en común el sacrificio realizado por sus creadores para sacar adelante los proyectos. La búsqueda de financiación se convierte en laberíntica, con riesgo para los patrimonios personales y con negociaciones que se dilatan en el tiempo con importantes costes personales.

El sector del cine, en especial en Canarias, no puede funcionar sin una política de ayudas desarrollada con rigurosidad, ajena a apuestas instaladas en el clientelismo y dopadas con subvenciones que no tendrán contrapartida alguna ni en taquilla ni tampoco en reconocimientos cinematográficos. Unas alegrías institucionales que, en todo caso, no han logrado hacer mella en el entusiasmo de los cineastas metidos hasta las cejas, nunca mejor dicho, en arduos rodajes.

El crecimiento cinematográfico del Archipiélago no puede desgajarse, en modo alguno, de los festivales repartidos por la Islas. La existencia de salas cine de arte y ensayo, con la proyección de películas independientes, está en franca desaparición, con lo que las citas festivaleras han pasado a ser imprescindibles para los amantes del cine, también para directores, guionistas o técnicos de imagen. Unos eventos, por otra parte, que cubren la dejadez de la Filmoteca Canaria, carente de una programación regular de ciclos, como sí que hizo en etapas pasadas añoradas entre los cinéfilos. Estas ausencias duplican la responsabilidad política para dar larga vida al Miradasdoc de Guía de Isora, al Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria, a Animayo, al Festivalito de La Palma o al Festival Internacional de Cine de Lanzarote.

A la vista queda que en paralelo al tejido productivo va el creativo, un conglomerado que echa en falta la consolidación del aprendizaje. El plató de Infecar, la fiscalidad blanda o el Dreamland Studios no serán en ningún caso eficaces, ni revertirán en el sector ni en la sociedad en general, mientras no se actualicen, tecnología incluida, los contenidos de las titulaciones de Formación Profesional. En combinación, todo ello, con estrategias de formación menos encorsetadas, capaces de situarnos en los rankings de calidad de las mejores escuelas de cine del país. El papel del Archipiélago no debe circunscribirse solo a recibir aves de paso del séptimo arte, sino en obtener también voluntad emisora: una identidad cinematográfica, una distinción que no para de brotar. n

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