Opinión | Amalgama

El humano, un mamífero anticuado

La IA aporta respuestas más empáticas que los psicólogos humanos, de acuerdo a un nuevo estudio.

La IA aporta respuestas más empáticas que los psicólogos humanos, de acuerdo a un nuevo estudio. / Crédito: Simona en Pixabay.

Christoph Hennig, profesor de Filosofía en Utrecht, Países Bajos, fue miembro del Centro Max Weber de Estudios Culturales y Sociales de la Universidad de Erfurt en Alemania. Sus estudios se han centrado en cuáles son los deberes del Estado para promover la felicidad humana, y en cómo podemos lograr una buena vida para todos. Ha publicado The Good Life beyond Growth, Critical Theory and New Materialisms, un Handbook on Happiness, y una introducción a Theories of Alienation. Pues Christoph Hennig plantea, en el último número de la revista alemana Philosophie la pregunta: ¿El ser humano es un mamífero anticuado? Se basa en la obra del paleontólogo francés André Leroi-Gourhan que, hace sesenta años, anticipó un destino que hoy se revela con inquietud: Internet, la inteligencia artificial y los mundos virtuales representarían la culminación del proceso de «exteriorización» humana. Y la pregunta consecuente: ¿qué nos queda cuando alcanzamos los límites de nuestra propia evolución?

En 1964, cuando la red digital aún no existía ni siquiera como una idea remota, la Fuerza Aérea de EE.UU. comenzaba a desarrollar en secreto una red descentralizada de transmisión de información. Pensar en su uso civil era impensable. Sin embargo, aquel mismo año, sin acceso a estos desarrollos militares, Leroi-Gourhan afirmaba con certeza: «En un futuro próximo, una enorme magnetoteca con selección electrónica ofrecerá información preseleccionada y disponible al instante». Esta no fue su única visión profética. En La mano y la palabra (1964-65), sostenía que la prehistoria tenía como función situar al hombre moderno en la continuidad de su pasado y su futuro (Leroi Gorhan era paleontólogo y barría para su casa). Y nosotros, 60 años después, confirmamos su intuición.

Leroi-Gourhan comprendió en su totalidad procesos que apenas comenzaban a gestarse: a) Inteligencia Artificial: «Si algún día los ordenadores fueran capaces de escribir obras de teatro o pintar cuadros inimitables, sería hora de tomárselo en serio»; b) Big Data: «Si el análisis de millones de actos humanos revela los impulsos dominantes, quedará expuesta la infinita banalidad de los sentimientos de grandeza y justicia»; c) Mundos virtuales: «La integración será total cuando millones de personas, reclinadas en sus sillones, experimenten simultáneamente un mismo viaje a selvas tropicales en una pantalla que proyecte imágenes tridimensionales con colores, sonidos y olores reales». Pero su interés no radicaba en la futurología sino en entender en qué punto de la historia nos encontramos. Y su concepto clave, la «exteriorización», proporciona el quid para comprender nuestra era. Para Leroi-Gourhan, la historia humana es la historia de la externalización de sus capacidades físicas e intelectuales en herramientas y máquinas. Este proceso, iniciado con piedras y cuchillas primitivas, se aceleró con la Revolución Industrial y explotó con la llegada de los sistemas electrónicos. La memoria, el cálculo, el juicio e incluso la creatividad han sido progresivamente externalizados. Muchos dudaban de que una máquina pudiera vencer a un campeón mundial de ajedrez o realizar traducciones aceptables. Leroi-Gourhan, en cambio, no tenía dudas: la inteligencia artificial superaría al ser humano, al igual que las herramientas prehistóricas superaron la fuerza de la mano desnuda. El cerebro, por más admirable que sea, es solo otro órgano con limitaciones: «Quien niegue que en un futuro cercano habrá máquinas que superen al cerebro humano en memoria y juicio racional es como el pitecántropo que rechazaba la idea de una hoz de piedra». Según su análisis, la evolución del Homo sapiens habría llegado a su punto final cuando su intelecto quedara completamente externalizado. Incluso las cualidades emocionales y estéticas comienzan a transferirse a dispositivos artificiales.

¿Queda algo por exteriorizar? Leroi-Gourhan no estudió una última frontera: la reproducción, la externalización de la propia generación de la vida: la inseminación artificial, la gestación subrogada y la desvinculación entre reproducción y contacto sexual. Hace seis décadas, ya era concebible que la tecnología interviniera en la reproducción humana, tal como lo había hecho con otras funciones biológicas. Esta evolución, repiensa Henning, pone en crisis conceptos fundamentales: la distinción entre sexos pierde relevancia, la orientación sexual deja de ser determinante, y la identidad de género se vuelve fluida. Leroi-Gourhan no formuló estos últimos pronósticos, pero su lógica nos permite entender, dice Henning, por qué estamos ante una ruptura histórica sin precedentes. Si tenía razón en que el Homo sapiens ha alcanzado sus límites evolutivos, entonces lo que estamos presenciando no es una simple transición tecnológica, sino el posible final de nuestra especie. Yo solo le añado a Henning que la fluidez en la reproducción y los roles adjuntos, con independencia de que puedan ser pasto del campo psiquiátrico, está más en la capacidad de las IA de adquirir conciencia y empezar a depredar o enamorar las conciencias de los humanos, muchísimo más débiles y sumisas de lo que pareciera si se enfrentan a cuerpos de silicio conscientes. Al final se trata de máquinas biológicas contra máquinas de silicio.

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