Opinión | El recorte

La isla de los culebrones

David Rodríguez, jugador del CD Tenerife.

David Rodríguez, jugador del CD Tenerife. / Andrés Gutiérrez

Un conocido creador de contenidos en redes sacó una jocosa y acertada reflexión: «El Tenerife está a una desgracia de empatar con Ángel Víctor Torres en 2020» dice @Dandochola. Y la verdad es que el gafe que tiene el equipo es antológico.

Durante varias temporadas de no conseguir el ascenso, muchos aficionados al Tenerife gritaron «Concepción, vete ya». Al final consiguieron que se marchara el hierático presidente, pero el resultado ha sido el descenso a los infiernos del fútbol de categorías inferiores. El tiro por la culata.

Lo que mantiene vivo a un equipo de fútbol es la afición. Esa que paga los abonos y acude al estadio para animar a «sus colores». Pero eso encubre otra realidad: los equipos son de quienes han tenido que meter la mano en el bolsillo para comprar incertidumbre. O sea, acciones. Algo que no muchos hacen.

Una de las cosas más sorprendentes del C.D. Tenerife es que despierta el amor y la admiración de instituciones públicas y empresas de toda la isla. Pero siempre que se habla de poner dinero para hacer fichajes y aspirar al ascenso la gente se esfuma como si alguien hubiese gritado «¡fuego!». Amor sí, pero gratis.

Los que un día metieron pasta y recuperaron la sociedad del agujero negro en el que estaba optaron por marcharse cuando les gritaron que se fueran a freír puñetas. Hartos de la presión decidieron aceptar la próxima oferta que les pasara por delante. Y fue la de un tal Garrido, al que se saludó con entusiasmo por medios y aficionados como la gran esperanza blanca de los blanquiazules. Pero no hubo nada de blanco, sino más bien un pozo bastante oscuro en el que hoy está cayendo el equipo.

En manos de Garrido –lo dicen los resultados, no yo– el Tenerife empezó la caída a los abismos. Y de nuevo empezó a funcionar la maquinaria del descontento. Los gritos de «Garrido vete ya». Pero Garrido vive en Madrid y estos andurriales le caen muy lejos así que los gritos de los aficionados le importan un bledo. A éste no se le podía echar a empujones anímicos. Así que había que poner las ilusas ilusiones en otro salvador, alguien con la solución milagrosa para impedir que el equipo de la isla terminara, como la propia isla, a la cola. Y llegó un tal Rayco García envuelto en un halo de misterio de las Mil y Una Noches. Un millonario del Norte de la Isla, exjugador que había hecho su fortuna en Arabia Saudí.

Ahora resulta que una de esas Mil y Una Noches le va a costar los hígadillos. Justo en medio de su batalla para controlar el Tenerife una joven le ha denunciado por supuestos delitos de violencia machista. Como es usual en estos casos, le detienen y le meten automáticamente en el talego antes de presentarlo al juez. Y luego, claro, se filtra a los medios. La historia es turbulenta. La chica se quedó embarazada a las pocas semanas de iniciar una relación con el denunciado (o sea, un embarazo flash). Y le acusa de haberla presionado para abortar. Todo pasó sobre la primavera-verano del año pasado. La joven, por cierto, es familiar de un exvicepresidente del Tenerife. Con menos de eso sale un programa de televisión: «Tenerife la Isla de los Culebrones». Que también rima con lo otro.

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