Opinión
Garachico sí sabe a quién aplaudir

David Baute (Garachico, 1974) a su llegada, hoy, a Los Rodeos. / J.D.
Siempre imaginé estadios llenándose de gente para aplaudir a sus escritores, filósofos y poetas. Alguna vez pensé cómo serían las avenidas colmadas de gente esperando para saludar al matemático de la calle La Verdad que había resuelto el problema de la medida en mecánica cuántica. Con demasiada frecuencia, la grandeza que celebramos es la de quienes corren detrás de un balón o los que nos generan una satisfacción inmediata en la televisión, pero olvidamos aplaudir los descubrimientos, las palabras que nos conmueven o las ideas que nos transforman en contextos muy diversos. En muchas ocasiones, la identidad de un pueblo no solo se forja en los estadios o en las redes sociales. Se construye en los laboratorios para mejorar nuestras vidas, en las bibliotecas donde los escritores crean mundos que nos pertenecen, en el cine donde se proyectan nuestros sueños o en las aulas donde los profesores transmiten la pasión por el saber. Y en esa periferia, muchas veces olvidada, el vecino David Baute promocionó con orgullo y amor sincero a Garachico en el mapa cultural de España. Y lo hizo con sentimiento pausado y didáctica sosegada, convencido de que esa defensa de la cultura local es perfectamente extrapolable y exitosa allende nuestras fronteras. Y así, con la misma humildad que su galardonado, Garachico devolvió esa muestra de amor. El futuro de nuestra sociedad depende muchas veces de a quiénes elegimos aplaudir. En un simple gesto, Garachico supo escenificar que no se puede olvidar a quienes llevan el alma de su tierra en la palabra. Un artista, por brillante que sea, es siempre hijo de algo mayor: de una tradición, de un acento o la virtud. David Baute confirmó que se puede triunfar desde casa siguiendo ese talento que no entiende de fronteras, solo de patrias chicas. Así como los imponentes ríos no necesitan cambiar su cauce para llegar al mar, los creadores no tienen que renegar de sus raíces para el reconocimiento y la virtud. La clave está en contar historias auténticas, de las que llegan y te cuentan más de este mundo tan desigual y a la vez tan apasionante; de la relación con nuestro entorno y la importancia de cuidar lo que nos rodea. Los premios llenan y lucen estanterías, pero la sencillez y el compromiso con la tierra revisten de riqueza moral el altar personal. David alcanzó el éxito en los Premios Goya, pero, lejos de alejarse de su identidad, supo aferrarse más a ella, sin artificios ni recursos literarios. Nombrar a su tierra, llevarla consigo en cada paso, es un gesto de gratitud y una forma de asegurarse que su origen no quede relegado a un simple punto en el mapa, sino que tenga voz y presencia en el mundo. Y por eso Garachico devolvió esa gratitud recibiendo a su vecino, a un ilustre ciudadano que representa a la perfección los valores de la humildad, el respeto y el talento. Que no nos falten embajadores de la cultura, ni pueblos que sepan recibirlos como se merecen. Garachico sí sabe a quién aplaudir.
@luisfeblesc
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