Opinión | Retiro lo escrito

Las razones de Clavijo

El presidente de Canarias, Fernando Clavijo, durante su intervención en la sesión de control del Parlamento.

El presidente de Canarias, Fernando Clavijo, durante su intervención en la sesión de control del Parlamento. / Ramón de la Rocha /EFE

Muchos se asombran de la cantidad de energía, atención y determinación que ha puesto el presidente del Gobierno autónomo, Fernando Clavijo, en desbloquear la situación de los miles de menores migrantes no acompañados instalados en las islas. ¿No está exagerando? ¿No supone esta actividad incansable un desgaste de su capital político? Algún que otro compañero ha dejado escrito que Clavijo, como otro políticos isleños, se ha quedado humanamente impactado por el testimonio de sacrificio, dolor y superación de los niños supervivientes, que testimonian inevitablemente a sus compañeros muertos en los naufragios de cayucos y pateras. Tal vez. Pero intuyo que a Clavijo le aguijonan otras razones de carácter más pragmático.

Imaginemos que el Gobierno de Canarias que comenzó a gestionar la Comunidad autónoma a mediados de julio de 2023 no hubiera querido intervenir en la situación de los menores migrantes. Porque todo el debate político y social, todas las gestiones desarrolladas, todas los contactos, reuniones exploratorias, negociaciones, preacuerdos, informes y propuestas no partieron ab initio del Gobierno central, ni los principales partidos de las Cortes españolas, ni siquiera del «nacionalismo progresista» que ahora ritualiza su suicidio, sino del Ejecutivo canario y más concretamente del presidente Clavijo. Y a Clavijo le costó bastantes meses que el Gobierno español, simplemente, se aviniera a atenderlo. Pero si, en efecto, el Ejecutivo canario hubiera cerrado la boca es harto probable que ahora los menores acogidos no fueran 4.600, sino 6.400. De hecho Ángel Víctor Torres practicó un disciplinado mutismo con poco más de 2.000 menores en el año 2022 y la cifra se ha duplicado y más allá. Clavijo actúa prospectivamente. El presidente sabe que si se agrava la crisis migratoria y aumenta todavía más la afluencia de cayucos a Canarias la situación, ya muy delicada, puede volverse realmente peligrosa. Los que lo ignoran y chismorrean bromas estúpidas no han visto atracar dos y tres cayucos diarios en el muelle de La Estaca, lo que significa atender urgentemente a varios cientos de personas mañana o noche. El hospital de campaña montado en el modesto muelle herreño no es suficiente y algunos deben ser trasladados al hospital insular. Llevan así meses y meses, cada vez más exhaustos bajo una presión médica y asistencial que apenas afloja. La Bajada de la Virgen de los Reyes, el próximo julio, casi triplicará la población de la isla y si llegan varias pateras a la semana pueden colapsar los servicios hospitalarios y de emergencias. Clavijo, a principios del otoño de 2023, llegó a una convicción: o se lanzaba a pecho descubierto a que la acogida de menores migrantes fuera asumida por Madrid y las restantes comunidades autónomas como una responsabilidad compartida por razones de humanidad, economía y equilibrio territorial o Canarias podría verse sobrepasada. Y no, no es ni trivial, ni sencillo, ni barato albergar y tratar adecuadamente a niños y jóvenes de distintas lenguas, distintas religiones, distintos grupos étnicos en una edad conflictiva y a miles de kilómetros de distancia de sus hogares. Muchos mamarrachos parecen no entenderlo, especialmente, aquellos que no quieren comprenderlo. Clavijo intenta adelantarse a los acontecimientos y disponer de consensos y herramientas para, llegado el caso, gestionarlos con eficacia. La suya es una carrera contra reloj.

Ayer Alberto Núñez Feijóo volvió a arruinar (o casi) el enésimo intento de llegar a un acuerdo sobre la distribución de la mayoría de los menores avecindados en otras comunidades. Uno intuye que Núñez Feijóo cree que esto, Canarias, es como Madrid, un coliseo mediático para lindos torneos con vencedores y vencidos. Pero si en esta tierra se cronifica una crisis migratoria, si se produce un caos en los servicios, si hay heridos o muertos, seremos miles los canarios que los señalaremos una y otra vez con el dedo. Su estúpida insensibilidad le va a costar aquí mucho más que un par de diputados.

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