Opinión | A babor

Lo peor no es lo de Trump

Trump firma un decreto para reducir el tamaño de la Administración y dar más poder a Musk

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En la madrugada de ayer miércoles, Rusia bombardeó con misiles balísticos y drones la capital de Ucrania, destruyendo varias zonas residenciales y causando víctimas mortales. Por la tarde, Trump acabó de rematar el trabajo, manteniendo una larga conversación telefónica con Putin y anunciando que ha llegado a un acuerdo con el mandamás ruso para iniciar negociaciones inmediatas que pongan fin a la guerra. Trump se refirió al sentido común de Putin, a su voluntad de acabar con la muerte y la destrucción inútil y elogió las virtudes del pueblo ruso, en un comunicado publicado en su red social, y respondido inmediatamente por el Kremlin, recordando la necesidad de eliminar las causas iniciales de la guerra para lograr una solución a largo plazo por medio de negociaciones de paz.

Hay que recordar que las «causas iniciales» a las que se refiere el comunicado ruso son la supuesta existencia de un Gobierno nazi en Ucrania, el genocidio de la población rusa en la antigua república soviética, el peligro intolerable de un acercamiento de Ucrania a Europa y la inaceptable posibilidad de que Ucrania logre incorporarse algún día al sistema defensivo atlántico. Rusia deja perfectamente claro en su comunicado –al insistir en las «causas iniciales» de la invasión de Ucrania– que no renuncia a ninguna de sus posiciones en relación al territorio y el Gobierno de Ucrania. Es decir, que no renuncia a decapitar al Gobierno ucraniano, someter el país a un Gobierno títere, iniciar un proceso de compra, depuración o asesinato de los líderes proeuropeos en Ucrania y en el resto de los países surgidos de la desaparición del imperio soviético.

La iniciativa de Trump, un político que siempre ha manifestado su sintonía y afinidad con Putin, no por esperada, deja de ser un auténtico mazazo a la posibilidad de un acuerdo justo para poner fin a la guerra. La decisión de un acercamiento previo con Putin significa que Trump ha decidido pasarse al gobierno ucraniano, a Zelenski y a sus aliados europeos por el mismo arco de triunfo. Una muesca más en la carrera absurda del presidente estadounidense hacia un liderazgo de características despóticas y una política internacional incongruente y caprichosa, cuando no directamente imbécil. Trump no sorprende, pero espanta: juega a un juego donde necesariamente tiene que haber vencedores y vencidos, y le es indiferente que en ese juego se sacrifiquen los derechos de millones de ciudadanos nacidos en Estados Unidos, a los que quiere privar de su nacionalidad, de centenares de miles de empleados públicos a los que piensa amortizar, o de un país –el suyo– que acabará por enfrentarse a una crisis inflacionaria sin precedentes, si mantiene su guerra comercial con el resto del mundo.

Y si a Trump no le importa la suerte de sus propios compatriotas… ¿por qué debería preocuparle la de los refugiados gazatíes a los que quiere exiliar a la fuerza, imponiendo a Jordania y Egipto su tutela? ¿O el futuro de Ucrania, de las repúblicas bálticas, de Polonia y del resto de Europa?

Trump ha iniciado su reinado decidido a cambiar el mundo que conocemos y sustituirlo por otro en el que la legalidad, los tribunales, los tratados internacionales, no tengan ningún valor si se oponen a sus piruetas y antojos. Pero lo terrorífico de esta situación no es sólo que alguien como él haya logrado hacerse con el control político, económico y administrativo de la primera potencia mundial. Lo preocupante es que coloca al frente del país más poderoso y mejor armado de la tierra, a alguien que responde a mecanismos autoritarios, cree en la fuerza como principal instrumento de la política, prefiere entenderse con dictadores a hacerlo con dirigentes democráticos, y desprecia los principios y valores de cualquiera que no se somete a su elástico criterio sobre lo que está bien y lo que está mal.

Ese es el personaje al que el resto del mundo está cediendo el mando, después de que lo hicieran poco más de la mitad de sus conciudadanos. Lo peor de las crisis que vienen no es que Trump las cabalgue, otras las cabalgó gente aún peor, más perversa y más demente que Trump. Lo peor es que no se vislumbra nada que parezca merecer la pena enfrente, nada capaz de plantarse y contenerle. La desvencijada Europa permitirá que Trump acabe por exigir a Zelenski la devolución –como compensaciones de guerra– de la ayuda militar estadounidense, se desentenderá de sus compromisos con Ucrania, acabará por tragar con la entrega de todo el Oeste a Putin, alegando que hay que situarse en la equidistancia en este conflicto, renunciará a cualquier defensa ante la guerra comercial desatada… y aquí seguiremos discutiendo entre nosotros por qué esta ocurriendo lo que ocurre.

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