Opinión | A babor

El apocalipsis toca en martes

Representación artística de un asteroide cualquiera.

Representación artística de un asteroide cualquiera. / ESA

Hace cuatro años, el director Adam McKay sorprendió al personal con una comedia sobre los inútiles esfuerzos de un profe de astronomía (DiCaprio) y su alumna de posgrado, para intentar convencer al mundo de que un cometa caería en medio año sobre nuestras cabezas. La peli habría sido muy cómica si no fuera tan realista: hasta Musk hace el ridículo con sus Space X. Pero si algo aprendimos con No mires arriba es que la sociedad del espectáculo puede convertir cualquier desastre inminente en divertimento catódico: el asteroide 2024YR4 ha irrumpido en los titulares, y aunque su trayectoria no está del todo definida, ya hay quien está cavando refugios subterráneos.

En realidad, estamos ante un fenómeno con mucho marketing y muy pocas certezas. El asteroide ha sido detectado recientemente y, como ocurre cada vez que un cuerpo celeste tiene la osadía de pasar cerca de la Tierra, los medios sacan su calculadora del caos para intentar predecir si estamos ante el próximo evento de extinción. La NASA, con la habitual prudencia científica, ha señalado que todavía no se puede determinar con exactitud la trayectoria, ni el tamaño, ni el impacto que ocasionaría una colisión, pero eso no ha impedido que algunos titulares hablen ya de una amenaza cósmica. Lo único que sabemos con certeza es que aún no sabemos nada, pero eso no va a impedir que nos pongamos creativos con las especulaciones: el miedo vende.

Y en la era digital cualquier información de impacto (ejem, crucemos los dedos) se transforma en performance. Mientras los astrónomos intentan hacer cálculos precisos sobre la órbita de 2024YR4, en redes sociales ya circulan teorías conspirativas sobre cómo los gobiernos nos ocultan la verdad (todo un clásico), o cómo esto es una cortina de humo para desviar la atención de otros problemas (¿y si todo es culpa del cambio climático?).

En No mires arriba, lejos de tomarnos en serio la amenaza cierta de un cometa que claramente iba a chocar contra la Tierra, la humanidad optó por montar un circo mediático de tres pistas, donde lo importante no era salvarse, sino quién tenía la mejor frase para la tele. No es descabellado pensar que si 2024YR4 tuviera alguna de presencia en el cielo nocturno, ya habría influencers sacándose selfies con fondo de firmamento estrellado. Las redes y los medios necesitan historias, y un asteroide misterioso con una trayectoria incierta es el material perfecto para llenar minutos de televisión y generar clics. Y si al final resulta que 2024YR4 pasa de largo sin pena ni gloria, siempre nos quedará otro asteroide para la siguiente temporada de titulares apocalípticos.

¿Y si realmente viene hacia nosotros? Si 2024YR4 realmente tuviera una trayectoria de colisión con la Tierra, la pregunta sería: ¿qué haríamos al respecto? ¿Nos pondríamos a trabajar en una estrategia de defensa planetaria o empezaríamos a debatir si el asteroide es de derechas o de izquierdas? Viendo cómo gestiona la política otras crisis globales, la respuesta no parece demasiado prometedora. Si dejamos hacer a los científicos, quizá podríamos estar más tranquilos. Hace poco más de dos años, en septiembre de 2022, la sonda DART –un trasto del tamaño de una nevera y con una masa de unos 600 kilos– logró impactar contra el asteroide Dimorfo, diez millones de veces mayor. Fue el ensayo general con el que la Oficina de Protección Planetaria de la NASA quiso aprender a desviar futuros asteroides de más de 140 metros de diámetro, que podrían destruir una ciudad entera si llegan a impactar contra nuestro planeta. Y la prueba salió muy bien. El asteroide fue desviado de su trayectoria. La NASA y otras agencias espaciales tienen planes sobre cómo desviar asteroides peligrosos. Es verdad que nuestras estrategias de defensa planetaria están más cerca de la ciencia ficción que de la realidad operativa, pero no creo que sea imprescindible caer en el ciclo del pánico mediático. Los algoritmos de las redes saben predecir/provocar instantáneamente lo que será noticia, pero los científicos necesitan tiempo y cálculos precisos para determinar si un asteroide representa una amenaza. De momento, sabemos que este pasará cerca de la Tierra, pero en términos astronómicos, cerca pueden ser centenares de miles de kilómetros de distancia. La comunidad científica internacional trabaja contra reloj para determinar si esa probabilidad de más del dos por ciento de caernos encima aumenta o se desvanece. Lo más probable es que aumente primero para desvanecerse poco después, así que las posibilidades de que la historia de la Humanidad acabe cual remake de la de los dinosaurios es bastante escasa.

Hoy, 2024YR4 es la gran amenaza. Mañana, lo olvidaremos porque habrá otra noticia alarmante: una inteligencia artificial que se rebela contra los bancos, un volcán a punto de explotar bajo nuestros pies o el descubrimiento de que la pizza con piña es tóxica. Así funciona esto: encontrar una incertidumbre, amplificarla y después sustituirla por la siguiente.

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