Opinión | La Calle Nueva
Si volviéramos al barranco…
Ahora que pasa lo que sucede en Gaza, que es como un barranco destruido en Palestina, he pensado en aquel miedo, en la destrucción a la que a veces la naturaleza sometió a las casas de los pobres que vivíamos en el barranco

Varias personas caminan este lunes junto a edificios destruidos por bombardeos de Israel en Ciudad de Gaza. / EFE
En 1948 se creó el Estado de Israel y nació un montón de gente. Yo también, yo nací en 1948. El Estado de Israel se creó para compensar la enorme herida que sufrieron los judíos perseguidos por los nazis de Hitler. Muchos que no eran judíos, españoles, ingleses, italianos, franceses, norteamericanos, del mundo entero, combatieron contra aquella patraña impar que fue la sublevación bárbara que pudo haber acabada con Europa y con la mitad del mundo.
La guerra mundial siguió entre nosotros a la contienda civil organizada por Franco y otros militares, ayudados por potentados que luego serían aun más ricos, gracias a lo que el triunfo de la guerra les legó. Los que habitábamos en los barrancos innumerables que poblaron la geografía del malestar español vivíamos en aquel 1948 en la indigencia y en el miedo.
Yo no sabía nada de eso, claro, yo acababa de nacer. Estuve a punto, como muchos de los que nacimos y vivimos junto al barranco de La Calle Nueva, de ser analfabeto. Una enfermedad que nunca cesaba, el asma, me retuvo en casa durante años. Gracias a la radio y a mi madre alcancé a dominar la lectura e incluso la escritura, y un día llegué a aprobar el bachillerato y, en seguida, a cumplir con una ilusión que nació, precisamente, gracias a aquella radio que entró en mi casa ante el estupor de mi madre: ella creía que dentro de aquel aparato se escondía un hombre, o un ejército, que podía entrar en casa para destruirla o para regalarla de maldades.
No pasó nada de esto. Algo de lo que sí pasaba era que con mucha frecuencia se llenaba el barranco de una lluvia agresiva que ponía en peligro las viviendas y las chozas. Ahora que pasa lo que sucede en Gaza, que es como un barranco destruido en Palestina, he pensado en aquel miedo, en la destrucción a la que a veces la naturaleza sometió a las casas de los pobres que vivíamos en el barranco. Y sentí que me corroía el pasado, y el presente, una pregunta: ¿y si nosotros hubiéramos estado en Gaza? ¿Si hubiéramos sido víctimas de una idea malévola, de un alcalde, de un gobernador, que hubieran decidido que era mejor hacernos vivir en otro mundo, lejos de nuestras casas? ¿Y si cualquiera de aquellos que ganaron la guerra hubieran creado un enorme casino donde acoger las casonas de los casinos y de los extranjeros?
Pensé en todo eso como si yo compartiera, hablando del pasado, lo que en el presente les sucede a los habitantes de Gaza, están sufriendo la terrible barranquera de la guerra y se enfrentan a la enorme injusticia de una persecución, la de Donald Trump, llena de la idea de la maldad. Mi padre era un hombre triste; mi madre lo animaba a seguir luchando, pero él le tenía miedo a los ricos, porque muchos de ellos, muchos de ellos, todos no, le retenían los jornales que él se trataba de ganar con un fotingo que parecía su casa.
Mi padre siempre estaba trabajando. Me lo imagino ese día, si hubiera habido entre nosotros esta barbarie que sufre ahora Gaza, en que le llegaran con un papel que lo obligara a irse, a correr hacia otro lugar, a vivir allí como en la muerte.
Ese mal sueño tengo, pero ese mal sueño lo están viviendo de veras seres humanos que no alcanzan a explicarse la maldad de este nombre propio, y tan impropio, que se llama Donald Trump.
Fe de errores. Mi último artículo, de hace una semana, contiene errores graves sobre el barco Fausto. Quién supo muy bien la historia me reprende con argumentos de la verdad. Lo lamento y lo agradezco. Esto le dijo el comunicante al director de LA PROVINCIA: «En el artículo de don Juan Cruz sobre el Fausto, se hacen afirmaciones que no son correctas y las cuales le paso a enumerar. El Fausto era un barco de pesca de cabotaje con base en el puerto de Tazacorte en La Palma. Los tripulantes eran cuatro marineros naturales de La Palma. Salió de Tazacorte transportando matas de plátanos para plantar en esa isla [del Hierro]. A la vuelta parecen que tuvieron algún problema con el motor y estuvieron a la deriva has que los encontró un barco inglés de nombre Duquesa, que les dio combustible y les indicó la ruta para volver a La Palma. Pero nunca llegaron. Al final el barco apareció en el Mar Caribe con un cadáver a bordo. Esta es la historia del Fausto, la cual conozco en primera persona, pues el barco pertenecía a mi familia.
Eso de herreños huyendo del hambre no ocurrió. Gracias».
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