Opinión | La cantina ilegal

Garbanzas funk

Uno de los grupos participantes en la edición anterior del Festival Coreográfico.

Uno de los grupos participantes en la edición anterior del Festival Coreográfico. / Andrés Gutiérrez

Se acabó el concurso de murgas infantiles y, como si fuera un ritual que cada año se repite, mi cantina se llenó de murgueros y aficionados, unos enormemente alegres, otros no tanto y yo diciéndoles a todos que lo importante es participar. Seguir adelante engrandeciendo nuestro carnaval y procurando que sean cada vez más los niños que formen parte de la cantera de la fiesta.

Como ha ocurrido con los grupos coreográficos que esta tarde tienen su concurso en el recinto. En los últimos años han crecido como la espuma y la desaparición de Bohemios, último eslabón que quedaba de aquellos grupos de antaño, ha venido seguida de un boom en la modalidad que ha hecho que crezca hasta casi la veintena de participantes. Ahora solo falta que desde la organización se le de un poco de forma a un colectivo en el que, grupos de carnaval, compiten con academias de baile que funcionan todo el año; colectivo al que le vendría bien un poco de variedad ya que la gran mayoría opta por el baile urbano y las acrobacias en sus actuaciones; por no decir los nombres de algunos que para pronunciarlos hay que tener un máster de inglés avanzado. Yo, que me quedé en Bohemios o Sentir Canario, no se si estoy ante un concurso de carnaval o un episodio de la guerra de las galaxias.

Ya solo falta que surja un grupo más, que me pida el local de mi Cantina para ensayar y que se inscriban en el concurso bajo el nombre de Urban Garbanzas Funk.

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