Opinión | Editorial
El gancho turístico de la mesa y el mantel
Poco es lo que no tenemos aquí. El menú es tan variado y de tan elevada calidad que siempre deja más que satisfechos a los paladares más exigentes

Una de las acciones desarrolladas en el ‘stand’ tinerfeño en Madrid Fusion 25. / EL DÍA
Madrid acaba de bajar casi consecutivamente las persianas de la Feria Internacional de Turismo (Fitur) y de la mayor cita gastronómica del país, Madrid Fusión, en ambos casos en un clima de palmario optimismo, rayano en la euforia. Los datos turísticos de 2024 y sus perspectivas para 2025 y la consolidación de la variada oferta gastronómica nacional como importante embajadora de España en el extranjero han contribuido, sin duda, a fomentar ese ambiente. Son registros históricos. España, en síntesis, ha reforzado su papel de líder turístico y gastronómico mundial. Y en ambos casos destaca la a aportación de Canarias. Más modesta todavía, por supuesto, en el ámbito culinario, donde aún queda amplio margen de mejora en todas y cada una de las islas.
A la luz de estos datos, es evidente que la industria turística nacional todavía no ha tocado techo, con menos recorrido de crecimiento en las Islas, y que su motor, engrasado como pocos, dará un mayor rendimiento en el futuro inmediato fundamentalmente a nivel estatal. Todas las comunidades autónomas acudieron a Fitur con el propósito de mostrar sus mejores galas, sus mayores encantos, a la caza del visitante, sobre todo de aquellos que gozan de un mayor poder adquisitivo, el extranjero en primer lugar. Porque en el turismo el tamaño importa, pero una vez conseguido unos flujos tan sobresalientes, la pelea debe apuntar a otros objetivos. La calidad de la oferta y la sostenibilidad del producto, entre los primeros.
La oferta de nuestra tierra al visitante es sencillamente extraordinaria. Del mar a las cumbres, de la cultura al ocio, del deporte a la música, de espacios bulliciosos a otros propicios para el recogimiento y la meditación... Poco es lo que no tenemos aquí. El menú es tan variado y de tan elevada calidad que siempre deja más que satisfechos a los paladares más exigentes.
Hablando de paladares, Canarias atesora un arma cada vez menos secreta para dar un salto de calidad a su oferta turística: la gastronomía. Si el propio Ministerio de Industria y Turismo fija como uno de los ejes de su nueva estrategia la apuesta por la gastronomía, el Archipiélago está entre las que más se puede beneficiar de esa palanca. Nuestra posición de partida es excelente. Sirva como ejemplo la incorporación de los canarios Borja Marrero o hermanos Padrón al selecto grupo de cocineros y cocineras Revolucionarios de la Cocina Mundial en los últimos 30 años, junto a celebridades de talla internacional como Juan Mari Arzak, Ferran Adriá, Martín Berasategui, Carme Ruscalleda o Joan Roca.
Si algo tienen cada vez más claro los turistas es que en Canarias se come bien, se come de todo y a unos precios razonables. Los reconocimientos se suceden con Estrellas Michelín y soles Repsol, entre otros, porque nuestra gastronomía, que vive el mejor momento de su historia, comienza formar parte esencial de nuestro patrimonio, de nuestra cultura y configura una de nuestras mayores señas de identidad. Siempre con el marchamo de alimentos de proximidad, los negocios de restauración, desde los más selectos a otros más modestos, han dado un salto de calidad en el servicio y en la profesionalización de sus trabajadores. Una mejora importante pero todavía con margen de mejora. Hay que profundizar en la adaptación a los nuevos tiempos —la tecnología es clave— sin perder nunca la esencia, el ADN. Y sin que el comensal sienta que la experiencia le ha dejado un agujero en su cartera que no compensa la satisfacción en la mesa. Hay que mantener siempre un sensato equilibrio en la relación calidad-precio.
Sin embargo, el turismo gastronómico trasciende la mesa y el mantel, ya sea en ámbitos particulares o en multitudinarias fiestas populares. Ahí están, por ejemplo y aún por desarrollar con intensidad en las Islas, las exitosas rutas guiadas, recorridos por fincas y explotaciones agrarias, en donde los visitantes reciben información detallada de cómo se elaboran nuestros productos en un entorno natural envidiable. Este tipo de iniciativas, cada vez más en boga, tienen un notable potencial de crecimiento. Porque el turista también desea saber. Los caminos recorridos por Francia e Italia son dos excelentes guías de todo lo que todavía se puede hacer.
Potenciar el turismo gastronómico aporta prestigio de marca a un territorio y genera empleo. Da valor al sector primario y contribuye a fijar población en algunos territorios, sobre todo del interior, en donde los jóvenes no encuentran alicientes para acudir o quedarse. Nuestra gastronomía marida tradición e innovación, artesanía y creatividad, pasado y futuro, pasión y placer, corazón y negocio. Y cada vez más nuestros hosteleros, con su buen hacer en los fogones, se han convertido en embajadores de un país, el canario, que ofrece innumerables alicientes para ser visitado y degustado. Para vivir innumerables experiencias. Un territorio abierto a ser compartido de infinitas maneras. Y una de las más sabrosas e inolvidables es y será siempre en torno a una mesa y un mantel.
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