Opinión | Lo que los ojos no ven

Domingo Medina

Casa Mesa

Fachada de la Casa Mesa, en el casco de La laguna.

Fachada de la Casa Mesa, en el casco de La laguna. / Mari Cruz del Castillo Remiro

En la esquina de la calle de La Carrera con Viana fue construida la Casa Mesa por José Jacinto de Mesa y Castilla en 1765, síndico personero general de Tenerife. Su hijo Francisco José de Mesa y de Ponte fue capitán general de Cuzco (Perú). Por ello, el rey Carlos III creó el marquesado de Casa Hermosa. En esta casa también nació en 1775 José Jacinto de Mesa y Van den Heede, III marqués de Casa Hermosa, coronel del regimiento de milicias de Güímar, alcalde de La Laguna y director de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife.

En el centro de la fachada que da a la calle de La Carrera está la puerta principal de este edificio, única parte original de la obra del siglo XVIII que se conserva. El resto ha sufrido varias reformas a lo largo de los últimos siglos. Tiene seis ventanas de guillotina, dispuestas de forma simétrica, ubicadas en la primera planta, y seis puertas de dos hojas de madera y vidrio en la planta baja, coincidiendo sus ejes verticales. Estas puertas han sido modificadas en la última reforma.

En la fachada lateral de la calle Viana se alinean en planta baja seis puertas iguales a las de la principal y, en la planta alta, seis ventanas de guillotina colocadas en paralelo. Según Rodríguez Moure, la casa tuvo un imponente balcón tradicional formando esquina.

Testamento de la marquesa

A principios del siglo XX, la situación política, económica y social en Canarias llevó a Fernando de Nava y Grimón, IX marqués de Villanueva del Prado, a tomar una decisión histórica para la enseñanza del municipio. En 1901, próxima su muerte, al no contar con descendientes directos, le pidió a su esposa, Concepción Salazar y Chirino, que «si al fin de sus días dispusiera de bienes y dinero hiciera algo para recordar en esta ciudad el nombre de los Nava, puesto que con él terminaba la varonía de la familia en estas islas». La marquesa viuda, en 1905, dejó escrito en su testamento ológrafo que «tras su muerte se fundara en La Laguna unas escuelas para la educación de los niños de la clase obrera y proletaria».

A la muerte de la marquesa el 11 de octubre de 1911, y para dar cumplimiento a sus disposiciones testamentarias, administrar los bienes y el capital fundacional que legó, se estableció el 19 de febrero de 1912, en recuerdo del difunto marqués, el Patronato Nava de Escuelas Católicas de La Laguna, formado por cinco personas: Los párrocos de Los Remedios y La Concepción, en quienes recaía la presidencia, el primero en año par y el segundo en impar; además dos miembros representantes del Ayuntamiento y, finalmente, una persona de acreditada religiosidad designada por el obispo. Por deseo expreso de la marquesa, el sacerdote y albacea José Rodríguez Moure, mientras viviera, formaría parte del Patronato.

Una de las primeras medidas que se tomó fue vender una finca en el lugar conocido por Monte Lentiscal, en la Isla de Gran Canaria, para adquirir un inmueble donde se instalaría la futura escuela, optándose por la entonces conocida Casa Mesa, situada en el número 9 de la calle de La Carrera, esquina con Viana, en La Laguna. Para tal objetivo era necesario restaurar y habilitar el citado inmueble. Tras varias negociaciones con la congregación religiosa de Los Salesianos, que era deseo de la fundadora, al no llegarse a un acuerdo con esta Orden se optó por los hermanos de la Escuela Cristiana.

Reformada totalmente, la vivienda se adaptó para que la orden religiosa de los Hermanos de La Salle comenzaran a impartir clase en la ciudad. El deseo se hizo realidad y los Hermanos visitaron el centro el 11 de agosto de 1916. Fueron recibidos por el albacea de la familia, el sacerdote e historiador José Rodríguez Moure. Inspeccionaron la casa, encontrándola en buenas condiciones para tal cometido.

Mientras planificaban la apertura del centro, se acordó que solamente el primer año las clases serían gratuitas para cumplir el objetivo fundacional. Así las cosas, el 29 de octubre de 1916, desde las ocho de la mañana estaba el patio repleto de padres y alumnos, y «sobre las ocho y media se separó a los de pago de los gratuitos, los que sabían leer un poco de los que no sabían nada».

Fue en el año 1923 cuando el colegio obtuvo la autorización administrativa para impartir las clases, aunque ya estas se venían impartiendo. Poco a poco, mediante trabajo y esfuerzo, los hermanos se fueron ganando el reconocimiento de la sociedad lagunera. Ante la necesidad de ampliar las aulas y por renuncia de los Padres Paules al legado que le concedió Nicolasa María Cabrera Afonso, en 1929, de la vivienda de dos plantas situada al lado del colegio, incorporaron la misma al Patronato Nava, hecho este que permitió ampliar el número de clases, tanto de pago como gratuitas. Igualmente permitió disponer de mayor espacio para habilitar nuevos laboratorios y mejorar la capilla y las habitaciones donde pernoctaban los hermanos. La parte baja se acondicionó como vivienda del conserje.

El patronato uniría sus bienes a otra casa de dos plantas, situada en la calle El Remojo, y siete fincas rústicas, todo ello procedente del legado de Antonio Acosta de Vera. A lo largo de los años, y no sin dificultades, se fueron adaptando los estudios a las distintas épocas políticas vividas en nuestro país, durante la República, Guerra Civil, dictadura y periodo democrático.

Pasados los años, los nuevos proyectos posibilitaron la consolidación del bachillerato. Como este no estaba reconocido legalmente venía funcionando como Sección Laguna, dependiente del colegio San Ildefonso de Santa Cruz, por lo que muchos de los profesores alternaban en ambos colegios. Así funcionó hasta que, por decreto de 29 de mayo de 1959, se reconocía el grado elemental y a partir de otro decreto, de fecha 2 de marzo de 1967, se obtuvo el reconocimiento de grado superior, junto a la nueva denominación de Colegio Nava La Salle.

Izado de la bandera

En el recorrido imaginario por las instalaciones del colegio de los hermanos, con varias generaciones de alumnos, y una vez superada la puerta principal, nos encontramos con el primero de los dos patios que tuvo el colegio, donde se formaba y se asistía al izado de la bandera todas las mañanas. El otro era donde se impartían las clases de gimnasia y estaban ubicadas las instalaciones deportivas: cancha de fútbol, sala de baloncesto, frontón… En este patio se encontraban los servicios, una pequeña cantina y sin olvidarnos de los grifos de agua a presión. A la parte alta se accedía a través de la escalera que se encuentra a la derecha, según se entra al edificio, donde estaban las aulas, el teatro donde los alumnos de sexto de bachillerato organizaban los actos de fin de curso, y las habitaciones de los hermanos, así como la capilla donde se celebraba misa diariamente y los domingos, aunque no era de asistencia obligatoria, se llenaba de chicos, ya que los hermanos autorizaban al finalizar la misma, practicar toda clase de juegos, principalmente, baloncesto y el frontón.

El solar de La Verdellada

Los Hermanos de las Escuelas Cristianas, dado su arraigo con la ciudad de La Laguna, decidieron ampliar la oferta escolar, para lo cual vendieron el solar de Heraclio Sánchez (campo de fútbol de los Hermanos), donde tenían intención de construir el nuevo colegio. Como este solar no reunía las condiciones exigidas para tal cometido lo vendieron, adquiriendo otro de considerables dimensiones en La Verdellada, donde se construyó el actual colegio en 1982.

En La Laguna todavía se recuerda al hermano Ramón, que recibía en la puerta del colegio todas las mañanas a los niños con una sonrisa. También a los hermanos Ildefonso, Feliciano; Paulo, que fue director, Miguel Mauricio, Teodosio, Miguel Almeyda, Ramón, así como a los profesores Mateo con su inseparable periquito (regla) y su hermano Luis Arvelo, a Reinaldo, entre otros.

Al amanecer del Viernes Santo, durante la Procesión de Madrugada del Cristo lagunero, a la altura de donde estuvo ubicado este colegio, durante años la antigua banda de música La Fe, que se creó como consecuencia de las discordias en 1891 en el Casino El Porvenir, hacía sonar los acordes del “Adiós a la vida”, de la ópera Tosca. Siguiendo esta vieja tradición la actual banda de música, también denominada La Fe, sigue interpretando esta melodía, y a continuación Las malagueñas del maestro Montesdeoca, el que fuera director musical del Orfeón La Paz de La Laguna.

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