Opinión
Una Europa desunida frente a un Trump extorsionista

El presidente de EEUU, Donald Trump. / AARON SCHWARTZ
Mientras a Donald Trump le funciona el chantaje contra los países díscolos de su patio trasero como la Colombia de Gustavo Petro, a este lado del Atlántico, Europa aparece preocupantemente dividida.
Es nuestra gran debilidad, que el actual presidente de EEUU sin duda sabrá aprovechar en interés propio, es decir, el de las grandes empresas armamentistas, tecnológicas y energéticas de su país.
Pero conviene no engañarse: somos los propios europeos, o mejor dicho nuestros gobiernos, los principales responsables de lo que sucede, al haber adoptado una actitud claramente suicida frente a una guerra hace tiempo perdida como la de Ucrania.
Una guerra que- y al menos en eso hay que darle la razón a Trump- su predecesor demócrata debió haber evitado mediante negociaciones con el Kremlin, algo a lo que Joe Biden se negó sistemáticamente a lo largo de todo su mandato.
Pero el ex presidente y sus consejeros neocons- el secretario de Estado Antony Blinken y el de Seguridad Nacional, Jake Sullivan - antepusieron a la diplomacia el deseo de hacer el mayor daño al país de Vladimir Putin.
Lo cual tuvo para Europa un efecto de bumerán: el resultado fue no sólo un país desangrado y semidestruido como es hoy Ucrania, sino además todo un continente debilitado económicamente y dividido sobre la forma de resolver el conflicto.
Y así vemos cómo en Bruselas, y me refiero tanto a la OTAN como a la Comisión Europea, lo que más inquieta ahora es la formación de un nuevo eje Budapest, Viena, Bratislava.
Es decir de gobiernos conservadores o ultraconservadores como los del húngaro Viktor Orbán, el austriaco Alexander Schallenberg y el eslovaco Robert Fico, que no aceptan la disciplina bruselense y abogan por el fin de la guerra de Ucrania y de las sanciones contra Rusia.
Sanciones que los perjudican económicamente, como la suspensión del tránsito del gas ruso por sus territorios, a lo que se suma la competencia desleal que suponen las importaciones de cereales ucranianos más baratos.
Y esto último es algo de lo que también se quejan los agricultores de un país tradicionalmente rusófobo como Polonia o los de Rumania y la República Checa.
Los viajes a Moscú del húngaro Orbán y del eslovaco Fico para entrevistarse con Putin causó profunda irritación en Bruselas a la vez que provocó en Eslovaquia manifestaciones pro europeas, que Fico comparó las “revoluciones de colores” y al Euromaidán ucraniano.
No deja de resultar significativo que en otro país miembro como los anteriores de la UE y de la OTAN como es Bulgaria, un 64 por ciento de los ciudadanos defiendan la suspensión del envío de armas a Ucrania.
Ni preocupante que en Rumanía, el Tribunal Superior anulara la segunda vuelta de las elecciones presidenciales después de que la primera las ganara un candidato crítico con la política de la OTAN con Rusia tras atribuirse su victoria a supuestas injerencias rusas. ¿Es lo que puede ocurrir a partir de ahora?
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