Opinión | El desliz

Jenni Hermoso es nuestra Gisèle Pelicot

La difusión del juicio por el 'caso Rubiales' permite observar sin filtros los modos y maneras que se gastan los jefes del fútbol

Jenni Hermoso es nuestra Gisèle Pelicot.

Jenni Hermoso es nuestra Gisèle Pelicot. / Elisa Martínez

La valiente Jenni Hermoso ha permitido que se retransmita su declaración en el juicio iniciado el lunes en la Audiencia Nacional por el beso que le dio sin su consentimiento el entonces presidente de la Federación Española de Fútbol, el infausto Luis Rubiales. Luz y taquígrafos, que se decía antaño. Luz contra los fantasmas y los fantasmones. Nada que ocultar. Y todo registrado, por si hay dudas. Qué hubiera sido de este vergonzoso episodio ocurrido el 20 de agosto de 2023, aún no digerido del todo por los prebostes del balompié hispano, si no se hubiera producido en vivo, en directo, con millones de espectadores mirando y cientos de cámaras grabando. "¿Beso? ¿Qué beso? Si fue ella la que me cogió mi calva cabeza con ambas manos y me morreó porque somos como hermanos. Pregunte a esos directivos, si vieron algo". El ósculo sin venir a cuento se contempló urbi et orbe, y gracias a eso la jugadora tuvo un poco de justicia antes de que el asunto se dirima estos días en los tribunales. Tarjeta roja directa para el perpetrador. Dimisión y exilio, muerte social. Un aperitivo de restitución de la dignidad y el derecho, pues nunca se sabe si te comerás el plato principal como te mereces, o te quedarás de hambre porque te toca un juez como el de la actriz Elisa Mouliaá. La mujer que denunció a Iñigo Errejón por presuntos abusos sexuales sufrió a puerta cerrada un interrogatorio que luego se ha difundido, en el que instructor de su causa la interpela con tal saña que a una le queda la duda de si se sacó las oposiciones en Guantánamo. Cosas que pasan bajo la estatua de la señora con la balanza y los ojos vendados: en la oscuridad confundes a la víctima con el agresor. El citado magistrado no se puede creer la que se ha liado por su praxis, si él siempre pregunta igual. "Es que no se puede decir ni culo", se lamentaba su señoría por las televisiones ante la avalancha de quejas.  

No es lo mismo saber que en Francia se ha juzgado a un hombre por drogar a su mujer y facilitar que docenas de tipos la violaran, así, como un hecho anónimo, que oír a la víctima, Gisèle Pelicot, explicar su calvario. Ves su rostro semana tras semana, soportando argumentaciones exculpatorias de sus verdugos a la espera de un veredicto y no se te olvida. De la misma manera, mejor escuchar en su propia boca a Jenni Hermoso decir algo tan evidente como que Rubiales le faltó al respeto. "Sentí que estaba fuera de contexto totalmente y sabía que me estaba besando mi jefe y esto no debe ocurrir en ningún lado". La futbolista no ha querido que le pongan un biombo que la separe del acusado de un delito de acoso sexual y otro de coacciones, ni de los otros encausados por tratar de intimidarla para que se desdijese. Brava. Con gesto serio les sostiene la mirada a ellos y a los testigos que van subiendo al estrado. Al seleccionador masculino Luis de la Fuente, a quien hace dos años vio aplaudir a un Rubiales que gritaba que no pensaba dimitir, le vio tirar balones fuera. El publicista que contestó con displicencia sobre su participación en la difusión de un comunicado con unas supuestas declaraciones de la deportista que ella afirma nunca hizo, recibió una advertencia del juez para que respondiese "sin chulería". Con cada declaración demuestran la clase de equipo que formaban y cómo se las gastaban. Puede que la vergüenza y el miedo estén empezando, por fin, a cambiar de bando. Qué Hermoso. 

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