Opinión | Los lunes con Juan Inurria
juan inurria
El Olimpo laboral, licencia para preparar y los LAJ olvidados

Aspirantes al MIR en Tenerife. / Andrés Gutiérrez
Ser funcionario es como entrar en el Olimpo laboral. El sábado pasado fue el turno del MIR. Miles de aspirantes para 11.943 plazas de Formación Sanitaria Especializada. Una prueba de acceso para los graduados en medicina. Es un examen importante, tipo test, sin práctico. Menos mal. Los que superen el corte podrán elegir la especialidad que deseen: Medicina, Farmacia, Enfermería, Psicología, Química, Biología e incluso Física, y hasta el hospital donde quieren formarse.
La hija de mi amigo Raúl se presentó, y seguro que lo supera. Estaba tranquila. «Me sé todo el temario y soy médico. Ahora solo tengo que responder. No hay nada en ese test que no haya estudiado. ¡Olé!», decía sin quejarse. Aprendan, aspirantes.
En cualquier caso, es una prueba que nunca he entendido. Y no tardarán en eliminarla, porque supone demasiado sufrimiento para los que se presentan. Nervios, estrés… Ya saben, hoy el esfuerzo no está de moda, y del conocimiento, ni hablemos. Pero ojo: después serán ellos quienes nos atiendan en Urgencias. Eso sí, si hay médicos disponibles. Porque donde existe la función pública, todo escasea: recursos, personal… Y si hablamos de Justicia, ni les cuento. Ahí llegamos a la Cenicienta de la Administración.
Otra vez con la Justicia. Félix Bolaños, Ministro de Justicia y más cosas, junto con su equipo de asesores han decidido que ya es hora de que acceder a la carrera judicial sea algo más democrático, plural y accesible. La receta es sencilla: menos memoria y de paso, un control ideológico de los preparadores a través del flamante Centro Público de Estudios Jurídicos. Otro lugar para colocar a amiguetes. Porque claro, eso de que los jueces se preparen con otros jueces independientes es tan… siglo XX. Hay que eliminarlo. Qué digo eliminarlo, ¡prohibirlo!
La reforma, presentada sin consultar al CGPJ –total, ¿quién necesita consenso teniendo mayoría?, aunque no te voten los Decretos–, promete acabar con siglos de tradición memorística. Ahora los futuros jueces no tendrán que recitar artículos como loros, sino redactar casos prácticos donde, suponemos, se les evaluará no solo en lógica jurídica, sino también en su habilidad para no contrariar la línea ideológica que deberán asegurar.
¿Independencia judicial? Eso suena elitista, dice Bolaños. Así que su plan ha encantado a quienes llevan poco tiempo opositando o a los que ahora se plantean hacerlo. Por otro lado, ha sido abucheado por los que llevan años dejándose la juventud en la biblioteca. Además, la reforma regularizará a mil jueces sustitutos porque Europa lo pide. Hablar de Europa en las reformas de Sánchez es como los anuncios que afirman que su producto es el más vendido en EE.UU.: un cuento. ¿Y los 6.000 opositores que llevan años luchando por una plaza? Mala suerte. El mérito y el esfuerzo están sobrevalorados; son valores de otra época.
¿Y los jueces preparadores? Esa es otra. Tendrán que inscribirse en un registro público y pedir licencia para preparar opositores. No sea que entre tanto opositor alguien termine pensando por sí mismo. ¡Qué peligro!
Las asociaciones judiciales han puesto el grito en el cielo con este invento normativo. Según Sergio Oliva Parrilla, portavoz de la Asociación Judicial Francisco de Vitoria, esta reforma «constata la desconfianza del Ejecutivo hacia los jueces». Pero claro, ¿qué sabrán ellos? Y hay jueces hasta que los investigan. Hay que acabar con esto.
Ah, y atención: las asociaciones judiciales ya no podrán recibir financiación privada. Además de independientes, pobres. Todo muy plural. Eso sí, a los Letrados de la Administración de Justicia (los antiguos secretarios judiciales) ni los han tocado. De ellos pasan. Y están, con razón, cabreados.
El plan es claro: menos memoria, más control; menos independencia, más intervencionismo del Gobierno (esta vez, de Sánchez). Y de paso, convertir a los futuros jueces en funcionarios obedientes, al más puro estilo Maduro.
Sánchez y Bolaños por el han hablado: la toga ya no es símbolo de imparcialidad, sino uniforme de un sistema «plural». Irónico, ¿verdad?
Y para cerrar, no olvidemos a la ministra y jefa del PSOE andaluz, que sigue arengando a la tropa con embustes. Si las pensiones no suben y el transporte es más caro, es culpa de otros. Qué cara más dura.
Buen lunes.
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