Opinión | Indultos

La victoria de Trump desde casa

Las políticas espectaculares de Trump se enfrentan a la compleja realidad

Las políticas espectaculares de Trump se enfrentan a la compleja realidad

A los horrorizados por la llegada al poder de Trump nos consuela poco que su elección se haya debido a los delirios woke. De su toma de posesión lo único positivo parecía Melania, guapísima y elegantísima aunque recordara al Zorro su sombrero azul marino. Una no podía dejar de admirar su mandíbula perfecta y su porte exquisito. Amargaba empero la estética del grupo la cabeza de Musk, cruce de la mala de amistades peligrosas y el Joker –boquita roja, palidez estirada– y, aparte de consideraciones frívolas que esconden el espanto por lo que el espeluznante personaje y su poder enorme puede suponer para el mundo a tenor de sus muecas constantes, sus golpes de pecho a lo King Kong y su resurrección del saludo nazi –que una mano alzada como él la alzó es un saludo nazi y así hay que llamarlo–, en verdad ¿qué puede salir mal para los humildes de la tierra cuando el poder del país más poderoso del mundo se acumula en las manos de un político que, si no hubiera sido elegido presidente hubiera sido condenado y al que han aupado con su dinero los ricos más ricos de la galaxia?

Empeñada en ser optimista y pese a que ya sus primeras horas han sido un desparrame de órdenes compulsivas, agresivas, vengativas y no ya amenazadoras sino ejecutoras de amenazas, hay que valorar el hecho de que el mandatario, gracias a la Constitución americana, no podrá repetir, cosa que con otros gobernantes infinitamente antidemocráticos no ocurre, mírese si no Venezuela, China o Rusia.

También resulta altamente ilustrativo de lo imperfecta que es la democracia más importante del mundo el aluvión de indultos preventivos concedidos por Biden a la espera de las revanchas seguras de su sucesor. Está claro que en América la ley no es igual para todos. No puede sorprender entonces que en casa, Pedro Sánchez, autoproclamado paladín mundial antiTrump, emule a su admirado Biden al que se unió para siempre en aquel paseíllo inolvidable que todos recordamos. De ahí su reforma judicial con nombres y apellidos que no son otros que Gómez, Azagra o García Ortiz.

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