Opinión | Risas y fiestas
Coexistencias

Coexistencias / Adae Santana
¿Cómo es posible que coexistan (definición de «coexistir»: existir una cosa a la vez que otra, mientras sucede una la otra también sucede, mientras nos lavamos los dientes alguien se los ensucia y mientras tenemos frío en un pie el otro se nos puede estar achicharrando, ¿y se crea un término medio de algún modo, un pie aaa y el otro ufff y al final no nos duela nada y podamos refugiarnos en el calor del de más aquí, en el frío del de más acá?, ¿mi diente limpio disimula el tuyo jediondo, acaso?) mis amigas esforzándose por ser un espacio seguro y el juez que cuestiona la violencia ejercida sobre Elisa Mouliaá? ¿Cómo es posible que la importancia de tantos testimonios coexista con grupos de whatsapp asquerosos en los que se habla de cuerpos como si se hablara de galletas? ¿Cómo es posible que una foto que subes aterrada pero palante porque estás empezando a entender tu imagen, a saberla tuya, coexista con una fotopolla repentina? ¿La vida universitaria tan liberadora con un profesor de la Universidad de La Laguna condenado por abuso sexual a siete alumnas?
Existen a la vez Chappell Roan y los posts tránsfobos que de repente aparecen en Facebook como un escupitajo en la cara de alguien que solo quería mirar lo que se comenta sobre Stardew Valley en un grupo que aparentemente es un lugar de paz, pero qué estarán pensando quienes sacan capturas a un videojuego que puede coexistir con el llanto repentino de quien esté jugando para no pensar más nunca. Existen a la vez una tarde tranquila en casa, merendando bizcochón y café con leche, y el genocidio. Existen a la vez el placer de la comida y la industria que asesina animales. Existen los abrazos y existe aprender a odiarse porque las opresiones se nos enseñan como incontestables: existe deconstruirse y existe todo un operario en contra que perpetúa el racismo, el machismo, la gordofobia, el capacitismo, las palizas a personas queer, las abuelas alejadas de sus nietas porque no las entienden. Existe quien maneja sumas de dinero que no puedo imaginarme y existe una familia a la que están desahuciando ahora y ambas cosas existen bajo el nombre de la misma entidad bancaria. Existe morder el chupete de coya cuando ya llegó por fin ya llegó el momento y existe mirar sola cómo juegan las otras porque por alguna razón no quieren que tú te acerques y existe ropa tan preciosa y existe el yo no podré llevarla nunca. Existen unas islas y existe su hiperturistificación.
Coexisten la salud y la enfermedad, la vida y la muerte, el ahora y el mañana, el ayer y el no quiero recordar porque me duele, coexisten las relaciones sanadoras y las que te parten por la mitad y ahora qué pues ahora nada (recordemos que coexiste todo con el juez que cuestiona la violencia ejercida sobre Elisa Mouliaá) y coexisten la siesta y el vómito y coexisten las niñas y los pensamientos horribles sobre las niñas. Las niñas y todo eso horrible en lo que se las educará. Las niñas y el imperativo del silencio. Las niñas y la cultura de la violación. Las niñas y la crueldad que aprenderán las niñas. Las niñas y todo.
Coexisten, dentro de un mismo cuerpo, posibilidades de amor y posibilidades de violencia, identidades cruzadas, doler y pegar, ser oprimida y oprimir, tener razón y no tenerla, proteger y odiar.
En mí, coexisten todas estas violencias en las que pienso y todas las que estoy olvidando porque no las veo y eso es parte del problema.
Es muy abrumador este pensamiento. Puede llegar cuando estás en la cama, protegida por una manta que te trajiste de tu vieja vida (infancia) a tu nueva vida (adultez, fos, qué asco, pero resisten ciertas cosas y entonces qué), leyendo un libro que qué bien que exista y escuchando una canción que te ha acompañado siempre en cada tránsito. Con una amiga al lado: nada puede ir mal. Puede llegar en ese instante la idea horrible: pase lo que pase, nos sintamos como nos sintamos, nos refugiemos donde nos refugiemos, van a estar pasando a la vez las cosas que nos aterran y no vamos a poder hacer nada de nada y cómo es posible el descanso entonces y la felicidad entonces y ansiedad creciente como un grifo abierto a tope.
Qué se hace qué se hace. Quizá la única manera es aceptar la coexistencia y decirnos sí, es posible, todo pasa a la vez. Es abrumador, pero tengo la posibilidad de lo malo y la posibilidad de lo bueno, y todas las posibilidades grises en medio: actuar es importante porque las coexistencias no generan puntos medios pero sí cambios y tiran y tiran y las tensiones se alivian. El terror coexiste con la ayuda, y ponernos de un lado u otro y construir más de lo hermoso para resistir.
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