Opinión | Observatorio

Georgina Higueras

China frente a Trump

China frente a Trump

China frente a Trump / El Día

El inicio de la era Trump ha sido recibido en China con un alivio. Las amenazas de la campaña electoral de decretar un 60% de aranceles a todos los productos chinos han quedado en el olvido. El Global Times, vocero del Gobierno de Pekín, destaca que fue Donald Trump, el día antes de su toma de posesión, quien llamó a Xi Jinping y le dijo que «deben mantener una amistad duradera y trabajar juntos para salvaguardar la paz mundial».

China, que mantiene excelentes relaciones con Rusia, ha tratado de mediar en la guerra de Ucrania, a la que Trump pretende poner fin de inmediato. En este tema es posible que hallaran puntos de conexión, que faciliten al menos lograr un alto el fuego en un conflicto que se aproxima a los tres años de duración.

El periódico oficial chino dedica los primeros párrafos de sus dos editoriales a señalar que Trump muestra una «actitud positiva hacia la cooperación», lo que desprende un «ánimo optimista» que se ha reflejado en la subida de la Bolsa y aplaude el «buen comienzo» para las relaciones China-EEUU. A continuación, deja muy claro a Trump cuáles son las reglas del nuevo juego: «Se espera que la nueva Administración estadounidense aprenda de las lecciones de las guerras comerciales y tecnológicas con China y supere la mentalidad de considerar a China un enemigo formidable en su política hacia ese país».

En el enfrentamiento entre China y Occidente, Pekín siempre cuenta con la baza del tiempo. Sabe que lo tiene a su favor porque no sufre la presión de las elecciones y el Partido Comunista Chino se puede permitir el lujo de planificar para décadas futuras. De ahí que, frente a las embestidas de Trump y Biden, China apenas haya respondido con contrapartidas tenues, pese a las pérdidas que suponen.

La gran preocupación de Pekín no son solo los aranceles sino sobre todo la guerra tecnológica desatada por Biden, que impide toda colaboración con 134 empresas y 57 instituciones de investigación y sus subsidiarias chinas, que han sido incluidas en una lista negra porque sus contactos con el Ejército Popular de Liberación suponen un peligro para la seguridad de Estados Unidos. Entre las cinco últimas sancionadas se encuentra Tencent, la compañía más valiosa de China y la mayor del mundo por ingresos en videojuegos, y CALT, el mayor fabricante mundial de baterías para vehículos eléctricos. Washington, además, exige a sus aliados que sigan sus pasos para contener a China y prohíbe el suministro a ese país de maquinaria y equipos que incluyan microchips avanzados con diseño estadounidense.

El Global Times recurre, para predecir el futuro de las relaciones con Trump, a lo ocurrido con TikTok, que sufrió un apagón de 13 horas el domingo por la ley que exigía a su matriz, la china ByteDance, cortar lazos con las operaciones estadounidenses de la plataforma. «El destino final de TikTok servirá como termómetro que revele si el Gobierno de EEUU está dispuesto a resolver los problemas en términos comerciales o seguirá usando la bandera de la seguridad nacional para aplastar a las empresas comerciales», señala el editorial.

El deterioro de las relaciones entre Pekín y Washington ha sido tan notable en los últimos años que la mayoría de los analistas vaticinan que no será posible mejorarlas durante este segundo mandato de Trump. Sin embargo, el comienzo no ha podido ser mejor. El presidente invitó a Xi Jinping a su inauguración y aunque Xi no acudió, envió al vicepresidente Han Zheng, quien se entrevistó con su homólogo J.D. Vance y Elon Musk.

El propietario de Tesla y ahora director de «eficiencia gubernamental» de la Casa Blanca tiene enormes inversiones en China y se ha declarado dispuesto a cooperar con ese país que tantos beneficios le ha reportado. El magnate tecnológico le dijo a Han Zheng que quiere «desempeñar un papel activo en la promoción de los intercambios económicos y comerciales entre EEUU y China».

En los tiempos impredecibles y complejos que corren, tal vez Elon Musk sea quien consiga lo que Henry Kissinger siempre defendió: el entendimiento entre Washington y Pekín. No hay duda de que la colaboración entre las dos hiperpotencias sería positiva para el mundo, aunque ambas defienden tesis completamente distintas, sobre todo en cambio climático, globalización y gobernanza.

Lo que ha quedado más evidente en estos días de ceremonias y discursos es que Europa ni estaba ni se la espera.

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