Opinión | Doble afección
La coincidencia entre sanchistas y exsocialistas

XV Congreso regional del partido en Plasencia / PSOE de Extremadura
Uno ya está cansado de leer los reproches que el antisanchismo dedica a los votantes del doctor, como «que disfruten de lo votado», ante cualquier mamarrachada que alcance el rango de proposición de ley. O ante cualquier actitud o conducta que los mayorales del cortijo dispongan. Aunque me parezcan igualmente responsables del sindiós que sacude el país como una mar arbolada las cuadernas de un barco endeble, nunca les acuso. Supongo que casi nací curado en salud de la sociología de los pueblos. Desde muy joven no lograba entender que en mi mundo de Bilbao pudiera haber tantos (casi todos) ajenos al franquismo, neutros e indiferentes. Lo curioso es que la gente de izquierda, de ese origen, y voluntariosos antisanchistas, conserven una doble afección: la inviolable fidelidad a la izquierda (aura, unción, luz solar), y pueden soltar sapos y culebras contra la izquierda real, que es así, pero no resignarse a votar a la derecha, sea el moderado Partido Popular o el nacionalista conservador Vox. Lo que el estadista Zapatero (devenido descamisado) y el doctor, como aves de repetición y simplicidad acreditada, repetían: extrema derecha, derecha extrema, ultraderecha, derecha reaccionaria o derecha política-económica-mediática-judicial (esférica), vasos comunicantes de una derecha invasiva, atroz y satánica.
Felipe González tras despacharse, invocando básicos de la razón, Ilustración, o inteligencia contra la fase superior sanchista del socialismo, confesó que se abstuvo (muy realpolitik: Willy Brandt) de votar. Su socio de largas estrategias, Juan Luis Cebrián obviamente no iba a votar al doctor, confesó; éticamente no era posible (vestigio de izquierda: la ejemplaridad moral), pero menos ético, a la derecha (el Hades). A alguno otro también he leído, despotricando del sanchismo, que, frente al horror de la banda, no encuentran virtud, honestidad o «el bien» votando a la derecha. Es decir, manteniendo una prevención, recelo, sospecha, aún superior que los propios sanchistas, abducidos por la suma de inteligencias y capacidades empíricas de gobierno y cofrades. Un grupo realmente espectacular, con un enrome acervo no de teorías, sino de frases memorables, y estupefactas con su recepción. Como ellos, seguramente ignoran, Max Weber nos descubrió el desencantamiento del mundo, lo profano expulsó lo sagrado, el laicismo la religión, el mundo perdió su misterio e impredecibilidad. Las férreas adscripciones ideológicas, de suyo incondicionales y sagradas ya no podían teóricamente sustentarse, lo que en absoluto ha cundido en todos. Como dice Fernando Savater, la ideología es lo contrario al pensamiento (personal y crítico). Uno, que fue bastante antisistema, lo más laico que encontró hace años fue votar a la papeleta del PP. Me basta que sepan hacer leyes (y respetarlas), de economía, gestión y busquen el bien común.
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