Opinión | LA CALLE NUEVA
La vida humana en las islas
Esa extrañeza infinita ante la maldad, se compensó en buena parte este viernes con lo que se escuchó (yo estaba allí) en la entrega de los premios anuales que otorga la Fundación de la Caja de Ahorros de Canarias

CajaCanarias reconoce el talento de las Islas con once galardones / Andrés Gutiérrez
He escuchado este viernes en Tenerife, en la Caja de Ahorros, algunas de las palabras más importantes que se hayan dicho en tiempos recientes sobre la solidaridad con las personas que sufren, que viajan y sufren, que enferman y sufren, que sufren y no alcanzan, para aliviar esos sufrimientos, lo que mi madre llamaba ni tajadas de aire. Es cierto que estamos, otra vez, en un tiempo insolidario, ruin, en el que hay personas, como el presidente valenciano, capaz de comparar su ruindad con el sufrimiento ajeno, subido al púlpito de su poder para desdeñar la densidad inmensa, inabarcable, de los que sufren en Gaza.
El horror que supone ese desdén, esa especie de burla de patio de maldad, no lo pagará este hombre con su caída política, que no es previsible, pues su partido lo ha revalidado como si pasara un examen (de conciencia) que no ha hecho. La sociedad, la valenciana, la española, la de quienes formamos parte de este mundo tan nutrido, pero tan invisible, que es la gente, exigirá cuentas algún día. Pero ahora estamos en la era de la riña y todos quieren ganar aun siendo ruines o, como decían en mi barrio, ruinitos.
Ese horror que describo, esa extrañeza infinita ante la maldad, se compensó en buena parte este viernes con lo que se escuchó (yo estaba allí) en la entrega de los premios anuales (literarios, musicales, de historia, de fotografía…) que otorga la Fundación de la Caja de Ahorros de Canarias.
La antigua entidad, que ahora es una fundación y uno de cuyos presidentes, don Juan Cas, fue en los años 70 un benefactor extraordinario de la cultura, mantiene en su forma actual el espíritu que en épocas muy duras halló el respaldo de aquel hombre generoso y singular. Eran tiempos singulares, cuando aun vivían personalidades que sufrieron, como Pérez Minik y García Cabrera, la persecución que los arrojó a la cárcel en los primeros meses de la guerra civil, que en las islas fue cruenta y despiadada. Eran aun los tiempos babeantes y ruines del franquismo, pero don Juan acogió a aquellos expresidiarios, poetas, narradores, críticos, pintores. Aquella constituyó una brillante resurrección de lo que había sido, antes de la contienda, una alarma de alegría en las islas, gracias al surrealismo y a la esperanza de un país mejor.
La fundación que hereda ese espíritu, que preside la profesora Margarita Ramos, tuvo la gentileza de acordarse de que yo soy uno de los supervivientes de aquella época de don Juan Cas y me invitó a esa entrega de premios. Me senté junto a poetas de ahora, y de antes, y de periodistas que me fueron informando de la identidad y de la categoría de cada uno de los premiados. Escuché de todos ellos (de todos) palabras que reflejaban una resurrección de la alegría de agradecer y de compartir, que fue también la esencia de aquella época que estoy evocando.
Cuando ya acababa el acto, cuyas interrupciones musicales (Conchita, una cantante de hermosa voz insólita, el Taller Canario que tanto ha renovado la vitalidad de nuestro folklore) llenaron de júbilo al nutridísimo auditorio, subió al escenario la presidenta de la fundación. Iba a anunciar y a entregar un nuevo premio, el dedicado a la entidad o a las personas que se distingan por abrazar la solidaridad con los que pierden o sufren.
El premio fue para el hospital que en El Hierro acoge a los emigrantes que dejan sus países y se arrojan a un mar inseguro y a veces terrible para buscar, en las islas y más allá, una vida que los libere de la pobreza que los alienta a arriesgar sus vidas. Jessica Acosta, gerente de sus Servicios Sanitarios, y Pilar Mora, directora del área insular del Servicio Sanitario, fueron a recoger el galardón. Sus palabras fueron de ley, solidarias con los que vienen, responsables con los que necesitan los cuidados del centro, conscientes de estar viviendo en un mundo en los que los necesitados no tienen nacionalidad o color sino vida. La vida de las personas es lo importante.
Frente a las zonas de mezquindad nacional (e insular), esas palabras resultaron un bálsamo civil, un aliento moral que me hizo gritar ¡bravo! cuando escuché lo que las tres dijeron. Resumió ese espíritu la presidenta de la fundación. Dijo Margarita Ramos que ese hospital, los que viven apoyando a quienes sufren, atienden a lo que es “la vida humana en las islas”. Y ese sintagma, la vida humana, se me quedó en el corazón porque éste el lugar en el que gritan el reconocimiento y la gratitud.
Suscríbete para seguir leyendo
- Reyerta de más de 30 personas en el exterior de un campo de fútbol de Tenerife
- La tienda de Quevedo en Tenerife desata la locura con cientos de personas en cola
- Zonas verdes, ocio y escaleras hacia el mar: así será el Muelle de Enlace de Santa Cruz de Tenerife
- DIRECTO: Manifestación 18M en Canarias: horario, recorrido y reacciones
- Un joven con un cuchillo muere a tiros al atacar a un taxista y a la Policía en el aeropuerto de Gran Canaria
- El Gobierno canario construirá un nuevo centro de salud en Santa Cruz
- Suspenden en Vigo a una profesora de Inglés durante un año por no saber dar clase
- El mandala sobre la arena que sorprendió a los visitantes de una playa en el sur de Tenerife durante el atardecer