Opinión | Observatorio

Andreu Claret

La espléndida soledad de Sánchez

La espléndida soledad de Sánchez

La espléndida soledad de Sánchez / El Día

El Gobierno de Pedro Sánchez lleva tiempo siendo una excepción en la Unión Europea. Lo será aún más tras las elecciones alemanas que descabalgarán, con toda probabilidad, al socialdemócrata Olaf Scholz de la cancillería. A partir de febrero, Sánchez solo tendrá como socios seguros, en el Consejo Europeo, a los líderes de tres países gobernados por el centroizquierda: Eslovenia, Eslovaquia y Malta, que suman los mismos habitantes que Catalunya. Si el próximo año hubiese elecciones imprevistas, por la caída de algún Gobierno (¿Francia?), no parece que ello fuera a traerle más aliados. Más bien lo contrario. Estamos pues ante una rareza histórica que no conocieron ni Felipe González ni José Luis Rodríguez Zapatero. A diferencia de entonces, la soledad política será el signo de Sánchez en 2025, aunque consiga alianzas con algún Gobierno de coalición como el que preside la socialdemócrata danesa Mette Frederiksen, y por mucho que haga valer los diputados que el PSOE aporta al Parlamento Europeo. Máxime teniendo en cuenta el vuelco conservador planetario que supondrá la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. Ello tiene desde luego muchos inconvenientes, pero quedar como el representante más genuino de una de las dos grandes tradiciones políticas que alumbraron el proyecto europeo también puede suponer alguna ventaja.

Como le sucede a Gary Cooper en Solo ante el peligro, quedar desprovisto de amigos de peso implica riesgos, pero entraña algún beneficio. Al sheriff de Hadleyville nadie está dispuesto a echarle una mano. Algo parecido le sucederá a un Sánchez obligado a aferrarse a sus buenas relaciones personales con el presidente del Consejo, el socialista António Costa, y la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, para sobrevivir. Los sinsabores de semejante aislamiento serán inevitables, teniendo en cuenta que el jefe del Partido Popular, Manfred Weber, se la tiene jurada a Pedro Sánchez. Entre las posibles ventajas de esta espléndida soledad se me ocurre mencionar el recurso a la épica quijotesca, que en España suele dar algún dividendo. Sánchez podrá capitalizar la imagen del líder que aguanta el tipo, solo ante el peligro, como en el filme, donde los vecinos de Hadleyville acaban celebrando el arrojo que muestra su antiguo sheriff. Los excesos del Partido Popular y de Vox pueden facilitarle a Sánchez la tarea, como ocurre con la maldad de los forajidos que van a por Gary Cooper en la película. Ante una derecha desabrida, podrá erigirse en defensor de la democracia y del Estado del bienestar, en respuesta a las políticas autoritarias, proteccionistas, ultraliberales y filorrusas de Trump y Elon Musk. De ahí a que el PSOE consiga evitar que España se alinee con los tiempos conservadores que recorren Europa, en las próximas elecciones, va un trecho. De ocurrir, sería un milagro político.

Hablando de milagros, la otra ventaja de Sánchez está en la marcha de la economía española. Otra de las rarezas del 2025. El hecho de que Alemania vaya a rozar la recesión mientras España volverá a acercarse al 3% de crecimiento constituye algo inédito. El PP y Vox harán todo lo posible para que el Gobierno no capitalice este éxito. Contarán para ello con la ayuda inestimable de Carles Puigdemont, obsesionado en descabalgar a los socialistas del poder –en Madrid y en Barcelona– y en hacer valer sus siete escaños ante la patronal catalana. Entre esta alianza algo obscena entre el independentismo catalán y el centralismo madrileño, y un precio de la vivienda que opaca cualquier mejora de las condiciones de vida, no le será fácil a Sánchez sacarle rédito a los resultados macroeconómicos. En cambio, es posible que se le acerquen algunos líderes en los pasillos del Consejo Europeo, para preguntarle sobre las razones del insólito desempeño económico de España. Puede que frunzan el ceño cuando él les comente que estos buenos resultados tienen que ver, entre otros factores, con una política migratoria que mira más al empleo que a las fronteras.

Quién sabe. A lo mejor, al volver a su país llaman al ministro del ramo y le ordenan que abra el grifo de la inmigración, sin cambiar por supuesto la narrativa populista que les ha permitido llegar al poder.

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