Opinión | Análisis
La paradoja económica: pedimos emprendedores, pero les cerramos el paso

El presidente de la Federación Nacional de Asociaciones de Empresarios y Trabajadores Autónomos (ATA), Lorenzo Jesús Amor Acedo. / Marta Fernández Jara - Europa Press
En un país que necesita urgentemente más autónomos y empresarios para generar empleo y dinamizar la economía, las políticas recientes parecen contradecir este objetivo. Las subidas constantes de las cotizaciones sociales, el aumento del copago a las rentas medias y la falta de una base económica competitiva crean un escenario difícil de sostener. Queremos prosperidad compartida, pero ahogamos los motores que pueden generarla.
Los autónomos y pequeños empresarios representan el corazón del empleo en nuestro país. Sin embargo, lejos de incentivarlos, se encuentran atrapados en un marco que los castiga:
Las cotizaciones sociales no paran de aumentar, incluso sin garantizar mayores ingresos netos ni protección real. Un millón de autónomos pagará más en 2025, según datos de la ATA.
El copago sanitario creciente afecta a las rentas medias, que deberían ser el motor de la inversión y del consumo.
Estas medidas trasladan la carga económica a quienes precisamente se espera que arriesguen, inviertan y generen empleo. La paradoja es evidente: pedimos más, pero ofrecemos peores condiciones para lograrlo.
Si el entorno no es favorable, los resultados son previsibles:
Emprender implica asumir incertidumbres. Si el coste inicial es demasiado alto, muchos simplemente no lo intentarán.
Los trabajadores con rentas medias y pequeños empresarios que podrían reinvertir en sus negocios optan por proteger sus recursos ante la incertidumbre fiscal y económica.
Sin emprendedores ni empresas fuertes, no hay empleos estables ni bien remunerados.
El panorama puede cambiar si se toman decisiones valientes y constructivas, mediante cotizaciones sociales progresivas y justas: Adaptadas a los ingresos reales de los autónomos, especialmente en sus primeros años de actividad.
Reducción temporal del IRPF o impuestos a la reinversión en nuevos proyectos y en creación de empleo.
Menos trabas administrativas para iniciar y gestionar un negocio.
Políticas que fomenten una economía diversificada y con alto valor añadido.
Reconozcámoslo: no se puede crear empleo ni prosperidad asfixiando a quienes tienen el coraje de emprender e invertir. Las políticas públicas deben garantizar un equilibrio entre la protección social y la competitividad económica. Sin empresarios ni autónomos, no habrá empleos de calidad ni prosperidad que repartir.
Es hora de abrir un debate honesto y constructivo sobre este asunto: ¿qué país queremos ser? Uno que empuje a sus emprendedores hacia adelante, o uno que, por contradicciones políticas, los frena cuando más los necesitamos.
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