Opinión | En el camino de la historia
El pensamiento filosófico en declive

Filosofía pagana
En el enrevesado escenario de la política y de las relaciones sociales a diferentes niveles se admiten expertos en todas las materias: desde las económicas pasando por los nuevos algoritmos que construyen la inteligencia artificial hasta los que practican la demagogia insulsa que encandilan pero son incapaces de abrir nuevos interrogantes que vayan mas allá de lo establecido donde los humanistas ni siquiera se quedan en el recodo de la ultima consulta en plena libertad. No se cuenta con ellos.
Si se necesita una pregunta elaborada que sea capaz de abrir nuevos espacios para que la respuesta acompañe no solamente a la acción política y que englobe nueva conceptualización que llegue al campo del pensamiento filosófico, fatalmente, menos aún se le requiere.
El pensamiento filosófico está en declive, tienen más poder de convocatoria los que mueven y se presentan en las redes sociales no tan solo como predicadores de las causas perdidas sino que son capaces de opinar sobre lo que sea, a veces adoptando gestos y posiciones de chiste. Y lo curioso y lamentable es que la mayoría ni los cuestiona, ni les dedica una sonrisa irónica, se admiten sin más reflexión, como si estuvieran en el púlpito de la verdad absoluta, con miles y miles de seguidores.
El pensamiento filosófico incide en la búsqueda del conocimiento y de la verdad, alejándose de la trampa y del cartón, además, implica una cierta evaluación critica y la defensa de los valores que sostienen un mundo globalizado pero camino de la despersonalización.
Porque tendríamos que plantearnos como en su día lo hicieron Gilles Deleuze y Felix Guattari, dos figuras capitales del pensamiento moderno, que no han pasado de moda. "La filosofía no es contemplación, ni comunicación, es la actividad del pensamiento que crea conceptos"; y cuestionar aquellos que circulan por los vericuetos del mercado que todo tolera y hasta provoca y premia su difusión para llegar al campo del máximo rendimiento mercantil de la ganancia sin importarle la sumisión intelectual pretendida y que lo está consiguiendo poniendo un baluarte de ramplonería a la lucidez cerrando los caminos para retornar al más recalcitrante oscurantismo donde al pensamiento critico se le entretiene con múltiples artificios que desvirtúan la realidad.
El filósofo es un especialista en conceptos, y a falta de estos sabe cuáles son inviables, arbitrarios o inconsistentes, cuáles no resisten ni un momento y cuáles están bien concebidos y ponen de manifiesto una creación incluso perturbadora o peligrosa.
Y como enfatizó días pasados Sergio del Molino "los filósofos ya no susurran en los oídos del emperador; tienen que buscarse el sustento ante públicos que prefieren la prosa de los charlatanes".
Estamos en momentos decisivos para la humanidad que tiene muchos frentes abiertos donde la situación en muchos sitios es desesperante y de este trance se tendrá que salir con el concurso de todos los implicados menos en los explotadores de la virtualidad, que es su mejor campo de operaciones, donde el pensamiento filosófico, alejándose de esa virtualidad, debe actuar al menos para atenuar su declive.
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