Opinión | La espiral de la libreta

Olga Merino

El plátano más caro del mundo

El plátano máscaro del mundo

El plátano máscaro del mundo / El Día

La sala de subastas Sotheby’s ha vendido un triste plátano, ni siquiera de Canarias, por 6,2 millones de dólares. Se trata de una obra del artista conceptual Maurizio Cattelan titulada Comediante, que ya suscitó revuelo cuando se presentó en la feria Miami Art Basel en 2019: una banana corriente pegada a la pared con cinta americana y un certificado de autenticidad que aconseja cambiar la pieza de fruta una vez a la semana para evitar la podredumbre. Si en aquella ocasión las tres ediciones originales de Comediante recaudaron cantidades modestas, entre 108.000 y 137.000 dólares, la puja de este miércoles en Nueva York ha alcanzado una cifra escandalosamente millonaria, que pagará un inversor chino de criptomonedas. O sea, humo sobre humo, suspiros de unicornio embotellados. Justin Sun, que así se llama el comprador, asegura que le interesaba la obra porque «representa un fenómeno cultural que conecta el mundo del arte, los memes y la comunidad cripto». Y dice tan pancho que se dispone a zamparse el plátano. Por lo visto, permanece vigente el viejo debate que abrió en 1917 el mingitorio de Marcel Duchamp: «Les arrojé a la cabeza un urinario como provocación y ahora resulta que admiran su belleza estética».

¿Es la banana un artificio sublime o una inmensa tomadura de pelo? Cuando la obra de marras debutó en la mencionada feria de Miami, un crítico escribió en The New York Times que el título Comediante era pura ironía, puesto que Cattelan, «como los mejores payasos, es un trágico que hace de nuestras certezas algo tan resbaladizo como una cáscara de plátano». Desde luego, el artista italiano es un maestro eminente de la provocación. En una ocasión, lo invitaron a exponer en solitario en Bolonia, y angustiado, paralizado por el pánico escénico, no se le ocurrió nada mejor que dejar la galería vacía, cerrar la puerta y colgar un cartel de plexiglás que decía «Torno subito» («Ahora vuelvo»), como si hubiese salido cinco minutos a tomar un café.

Suyas son también esculturas polémicas como la del papa Wojtyla derribado por un meteorito; un wáter de oro; Hitler arrodillado y con las manos enlazadas en oración; una mano inmensa de mármol con el dedo corazón levantado haciendo la peineta, expuesta frente a la sede de la Bolsa de Milán; o tres muñecos–niño ahorcados en un roble. Según Cattelano, la última creación pretendía incidir en la violencia que nos circunda y lanzar una señal para el respeto de la infancia. Hombre, como reflexión no mata. ¿Será que el verdadero arte está en cómo hacer dinero?

No sé si uno puede seguir interpretando el papel de bufón de la corte cuando está montado en el dólar y en la cúspide del éxito. Pero también el argumento podría voltearse como un calcetín: si la función del artista es plantear preguntas, que no responderlas, si aspira a trasmitir ideas y mensajes con el fin de provocar reacciones, entonces esta época que nos ha tocado vivir tiene el mejor arte posible, el que le corresponde. Narcisista, desquiciado y ebrio de ansiedad. n

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