Opinión | Retiro lo escrito
Apologías del franquismo

Excavación arqueológica en una cueva de Los Silos en busca de restos de represaliados del franquismo. | | E.D.
Recientemente se ha comentado de nuevo entre las izquierdas patrias introducir la «apología del franquismo» como delito en el Código Penal. Se recordará que durante la tramitación de la ley de Memoria Democrática –que vino a intensificar los defectos e incoherencias de la ley de Memoria Histórica en 2022– se pretendió introducir una disposición adicional, como ilícito penal diferenciado, la apología o exaltación del franquismo. Finalmente no se hizo y por buenas razones, en su mayoría sustanciadas en el informe que sobre la normativa redactó el Consejo General del Poder Judicial. La exaltación del golpe de Estado de 1936 y del régimen dictatorial que le sucedió tiene como límite la inclusión de cualquier elemento «que entrañe descrédito, menosprecio o humillación de las víctimas y de sus familiares». Y eso es porque, tal y como ha explicado el Tribunal Constitucional en varias sentencias, no vivimos en una democracia militante. La libertad de opinión es incuestionable, aun cuando se expresen idearios que ataquen al propio sistema democrático. «La Constitución protege también a quienes la niegan».
Hace un par de semanas se discutió en el pleno del Congreso de los Diputados una nueva reforma legal, al parecer impulsada inicialmente desde Sumar, para «disolver» las asociaciones que hagan apología del franquismo. Es más que obvio que toda la atención está puesta sobre la Fundación Francisco Franco. La reforma ha sido aprobada en la Cámara Baja y sigue su tramitación en el Senado. Pues bien, una vez iniciado este camino, esto es, una vez que se establezcan legalmente acciones punitivas contra personas jurídicas por apología del franquismo, quedamos a medio paso que puedan establecerse, igualmente, para personas físicas, en contra del criterio del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Constitucional.
La mayoría de mis domingos santacruceros haraganeo por el rastro, que ya no es lo que era, y sinceramente nunca fue gran cosa. Ahora no es un rastro de modestos buhoneros que ofrecen sus manoseadas ofrendas a una curiosona clase media, sino un rastro de pobres para pobres. En materia de libros y revistas se puede encontrar de tarde en tarde, sin embargo, alguna sorpresa agradable. Hace algunos meses, gracias a los reflejos de un amigo, conseguí una pequeña joya. Un librito de 1942, publicado por Espasa Calpe, Un corresponsal en la guerra, firmado por un gran periodista, Jacinto Miquelarena. Falangista de primerísima hora, director de Radio Nacional durante la Guerra Civil en Salamanca, autor de cuentos, crónicas, traducciones y hasta una zarzuela. Miquelarena era, según Umbral, uno de los mejores prosistas españoles de la época. Y tenía razón. Un corresponsal en la guerra es un espléndido conjunto de crónicas que enviaba el periodista mientras seguía a los ejércitos nazis en su invasión a la Unión Soviética. Para él los hitlerianos, obviamente, eran los buenos, pero no exalta verbeneramente su potencia militar, no discursea, no segrega babas laudatorias. Su prosa es limpia, ligera, ceñida, ágil, más descriptiva que valorativa. Admira a los soldados del III Reich, pero no denigra a los soviéticos. Unos días más tarde, en el mismo kiosco, encontré las memorias de Gonzalo Fernández de la Mora, Río Arriba. El que fue ministro de Franco tiene un capítulo, unas veinte páginas, en el que su admiración irrestricta por el dictador llega a extremos lunáticos. Franco es insuperable como militar, como político, como economista, como católico, como esposo y padre, incluso como pintor aficionado.
No quiero que se prohíba el acceso a la literatura identificable política o ideológicamente con el franquismo. Primero porque existen decenas de escritores franquistas o filofranquistas muy valiosos. Segundo porque no entenderemos el régimen franquista sin leer y contextualizar a sus apologetas y simpatizantes intelectuales. Y tercero porque reclamo que nos dejen tratar con el franquismo y sus productos culturales como personas mayores. Que no nos protejan a través de la censura de nadie. Jamás.
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