Opinión | Asuntos insulares
Omar Batista Martín
Sostener nuestra forma de vivir

Infografía del Tren del Sur al paso por Guaza, en Arona. / El Día
Las diatribas del transporte público en la isla siempre generan quebraderos de cabeza para el sentido común insular. La posibilidad de movernos a casi cualquier lugar, fuera de nuestros centros de residencia, de nuestros barrios o zonas de influencia, dificulta de sobre manera una convivencia más o menos ordenada. Con algo menos de la mitad de la población que tenemos actualmente se vivía de otra manera den Tenerife, sin embargo hoy, con casi un millón de habitantes no temporales, residentes, están surgiendo suficientes conflictos como para plantearnos la necesidad de abordar de manera consensuada soluciones al respecto del transporte colectivo en Tenerife. Soluciones en la que alguno de los jugadores va a salir perdiendo.
Lo primero que podríamos sentar como base es la posibilidad de que cualquier modelo que pretenda tener los verbos de «desarrollar» o «progresar» va a generar una distorsión en el modelo de vida de la isla, pues tales entendimientos se generan más allá de nuestras tierras, en continente. Entonces, cuando la idea llega aquí, debe ser sometida a las consecuencias que tiene para nuestro entorno tal «avance
El supuesto tren y sus errático diálogo con la sociedad es un gran ejemplo de ello. ¿Cómo iba a estar una persona ecologista en contra de una apuesta ferroviaria? Quizás se trate de una ecologista insular. Quizás sea por eso. En los entornos insulares, toda alteración del territorio fuera de los espacios urbanizados genera una distorsión mental y cultural entre la población, y ese conflicto debe ser abordado con suficiente inteligencia y mesura colectiva para que produzca los menos problemas posibles.
Convendría diferenciar entre espacios, y abordar los debates sobre la edición del territorio dentro y fuera de los entornos urbanos, para así poder llegar a amplios consensos insulares sobre lo positivo que es aumentar el espacio del transporte público, bicicleta o patinete dentro de las áreas metropolitanas, de Santa Cruz - Laguna y Las Américas - San Isidro, para así acotar el espacio en el que se debe intervenir y cuál es el espacio que se debe cuidar.
Venimos de una época oscura, donde no se ha escuchado lo suficiente a los colectivos ecologistas o ellos no han logrado tener el suficiente poder como para hacerse valer más allá de los tribunales de justicia. Las voluntades que conocemos sobre Fonsalía y Cuna del Alma, o las ya consumadas con el caso del Puerto de Granadilla; buenos ejemplos de que es lo que se produce cuando no abordamos de forma conjunta como deben concitarse las necesidades y los límites, nos muestran claros casos paradigmáticos sobre cuáles son los intereses de una élite política y cuáles son los intereses de un pueblo que se maneja mal en tirarse a la piscina de la gestión cotidiana de lo público.
Últimamente desde las instituciones se oyen voces sobre nuevos tramos de tren rápido de norte a sur, mientras quizás deberíamos pensar en mejorar la comunicación dentro de los entornos urbanos ya consolidados, con nuevas líneas de tranvía, reducción aparcamientos, ampliación de aceras y zonas verdes, que faciliten la vida en las ciudades, en los pueblos y en los barrios. Hace falta mucha pedagogía social para abordar este asunto con mesura, porque debemos tratar con mucho cuidado cada cosa que hagamos en la isla en términos de infraestructura, comunicación y edición del territorio.
Cada vez hay más discursos interesados en fomentar una idea de la isla en la cual se puede hacer lo mismo que en un continente. Y por poder, se puede. Y el ejemplo es Taiwan. También Salsete, en la India, con más de veinte millones de habitantes en algo menos de 700 kilómetros cuadrados. La diferencia entre estos territorios y otros de nuestro entorno, es que nosotros tenemos la oportunidad de decidir colectivamente y poner límites. Obviamente podemos llegar a ver una isla como Tenerife con siete u ocho millones de habitantes en unos años. Sólo quienes quieran moderar el crecimiento poblacional podrán evitar estos cambios, cambios que están muy relacionados con cuales son las infraestructuras de las que nos dotemos, y cual sea la ordenación del territorio que practiquemos. En nuestras manos está tomar el control de la situación.
Quizás hay algunos cargos públicos u organizaciones políticas que estén pensando en que desde lo público se pueden moderar los cambios a los que nos invitan intereses alejados del sentido común insular, para así poder seguir siendo la isla que somos. Todo es posible, está en nuestras manos mantener nuestra forma de ser en la isla o migrar hacia modelos de crecimiento imparable y descontrolado, el cual no nos va a permitir mantener lo que hoy significa nuestra cultura, por ello es fundamental abrir esa discusión; una por la cual, si no ligamos nuestra manera de vivir en la isla con el cuidado del medioambiente y los espacios naturales, Tenerife y todo lo que entendemos como propio de nuestra isla, irá poco a poco desapareciendo, como estuvo a punto de desaparecer la Punta de Abona o podría desaparecer el Puertito de Adeje. Si tienen algo valioso; cuídenlo, porque si no se lo van a quitar. Está en nuestras manos. Por Tenerife, por Canarias. Movamos los consensos sociales hacia un buen futuro para nosotros y nuestras familias.
- Celia Cruz reina en el cartel anunciador del Carnaval de Santa Cruz de Tenerife 2026
- La Policía indaga el acoso a testigos en redes por el crimen de la banda de Añaza
- El entrenador del CD Tenerife elogia a dos jugadores por encima del resto
- Viernes tenso en el Campus de Guajara por la visita sin permiso de Vito Quiles
- La Laguna llama a la calma ante el reducido alumbrado navideño del casco: «No está terminado»
- El Draguillo: el caserío de Polo
- Carreteras amplía la iluminación de las dos autopistas de Tenerife
- Plan para recuperar 280 negocios de la Rambla y el barrio Salamanca en Santa Cruz de Tenerife