Opinión | En el camino de la historia
Singularidad territorial

El president de la Generalitat, Salvador Illa, junto al expresident Pere Aragonès y el presidente del Parlament, Josep Rull. / EP
Dentro del ámbito político se esgrimen conceptos que no se adecuan a la realidad que se pretende desarrollar. Si singularidad es la distinción o separación de lo común como excepcional referente a sus características que lo separan del resto llegamos a la conclusión que cuando el presidente Sánchez habla de la singularidad de Cataluña esta viene dada por la fuerza que tiene el apuntalamiento en la presidencia del gobierno de Salvador Illa por los votos de ERC, que siendo un partido que ha proclamado desde siempre la independencia de Cataluña, al ser determinante en el Gobierno ya lo dice con cierta tibieza; y cuando el gobierno de Sánchez se encuentra en parte apoyado por el independentismo de Junts. no cabe duda que son singularidades que se remarcan como otros territorios, porque se ha visto obligado a entrar en ese camino y Canarias, por supuesto, también se considerará un territorio singular.
La singularidad de Cataluña la historia la ha dignificado con sus proclamas políticas en pro del independentismo y otras al no tener los votos que ahora les venga bien al gobierno de Sánchez, como es el caso de Canarias, con una historia atropellada desde el siglo XV permanecerá en una situación desmejorada y con ello pretendo decir que todos los territorios tienen sus excepcionalidades políticas, sus derechos a sentirse como pueblos que pueden entrar en el mismo espacio del derecho a la autodeterminación como se recoge en el acuerdo de la Asamblea de Naciones Unidas en el Pacto Internacional de derechos civiles, políticos y económicos aprobado en 1966 que entró en vigor en 1976 y ratificado por la Jefatura del Estado en 1977; que permanece invariable.
Pero para no estar sometido a los poderes que pueden definirse por «singularidad territorial» pudieran por esa misma regla tener mas singularidades que nunca, o que no llegan a ello y permanecerán en situación incomoda.
Sin embargo, cuando una vez más se desempolva el término de federalizar el Estado, nos parece bien, de entrada para no entrar en violencias dialécticas sino en el sosiego de una nueva disposición que empareje territorios, sobre todo, en aquellos que predomina las características de excepcionalidad nacionalista.
El nacionalismo tiene su propia lógica y puede irrumpir de esa manera, hacerlo paulatinamente mientras vayan adecuando lo que mueva a la mayoría transitar por la ideología nacionalista que es la categoría de nación.
Pero cuando los nacionalismos se enfrentan entre si, el federalismo solo puede hacer dos cosas, someterse al nacionalismo vencedor o interesarse por la vía institucional de pacto ante la falta de un vencedor.
Pero siempre quedará uno que piensa que tiene derecho a más y un recelo de quien piensa que ha cedido de más, poniendo en un desequilibrio total esa llamada singularidad territorial.
Para evitar ese recelo, como es el caso de Canarias, que ha recurrido a la vía legal al observar cómo se protege más a un territorio que al nuestro, se está a la expectativa de lo que vaya a ocurrir ante un problema que está por abordar cuál es el planteado por la inmigración ante la ausencia de solidaridad por el Estado que si fuésemos para el gobierno central tan «singulares» como Cataluña este tema seria resuelto con alguna que otra disposición camino de la urgencia de un decreto ley que diera salida a un mejorable artículo 35 de la Ley de Extranjería.
Pero en momentos de crisis de gobernabilidad, cuando no hay mayorías suficientes para obtener poder sino que habrá que hacerlo con acuerdos que siempre estarán bajo el velo de la sospecha y aún dentro de esa federalización que se pretende si no se da el paso siguiente de una relación contractual entre territorios y el Estado tendente a un confederalismo, huyendo de las asimetrías territoriales, estaremos en situaciones idénticas mientras no se modifique el Título VIII de la Constitución y se vaya por un nuevo modelo de Estado, lo cual, visto lo visto, la imposibilidad asume el papel de protagonista.
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