Opinión | Sangre de drago

Juan Pedro Rivero

Trabajar con sentido

El proyecto “Quiero trabajar” de la Fundación Visual TEAF ayuda a los jóvenes como David, con Trastorno de Espectro Alcohólico Fetal, en su inserción laboral.

El proyecto “Quiero trabajar” de la Fundación Visual TEAF ayuda a los jóvenes como David, con Trastorno de Espectro Alcohólico Fetal, en su inserción laboral. / Cecida

Sujeto, verbo y predicado son los elementos que constituyen una frase. Así nos lo enseñaban y así lo aprendíamos. Yo (sujeto) escribo (verbo) esta colaboración (predicado). Era sencillo sintácticamente si no entraban los complementos y relativos en escena. Porque las oraciones simples son eso: simples. Luego aprendíamos que, en algunos momentos, el sujeto se sobrentendía y, aunque no estaba en la frase escrita, sí estaba en la idea de la frase. Por ejemplo. «Viven para trabajar». ¿Quiénes viven de ese modo? Pues ellos. Otros «Trabajan para vivir». Siempre son ellos, pero la centralidad está o en el trabajo o en la vida como objeto vital. Nos lo sugiere el verbo, que marca la acción.

Entrando en el ejemplo, que es lo que pretendía con esta introducción, el trabajo debe ser parte de la vida de tal manera que no dejemos de vivir durante el mismo. Si lo que haces no te gusta, o eres incapaz de descubrir su sentido, o subes un metafórico monte cada vez que trabajas, el trabajar será un paréntesis en el proceso vital. Por un lado el trabajo y por otro lo que llamamos vida. Por eso es tan importante descubrir la dimensión vocacional de nuestra vida y lograr que lo que hacemos laboralmente adquiera sentido y se integre en nuestro proceso vital. De esta manera, siempre, trabajaremos para vivir…

No hace mucho que un compañero, en su despedida por jubilación de la docencia universitaria, nos decía, a modo de consejo, que no nos olvidáramos que «hay vida fuera de la universidad». Quería decir -y así lo entendimos- que todo merece dedicación, pero que la vida sigue después de la docencia y la investigación. Que no podemos vivir tan exageradamente nuestra dedicación que abandonemos familia, aficiones, ocio, etc. Fue un buen consejo. Pero a mí me gustaría añadir que hay que descubir la vida que hay -en este caso concreto- en la misma universidad. La vida está fuera y está dentro. Y hemos de vivir la vida siempre y en cualquier momento de nuestra vida, perdonando la reiteración pretendida. El trabajo debe formar parte de la vida y enriquecer el vivir.

Somos conscientes de la dificultad que actualmente se da en muchas personas trabajadoras que terminan ejerciendo oficios o tareas para las que no estudiaron, o en situación de búsqueda de empleo con tanta precariedad que terminan trabajando donde aparece la oportunidad para solventar la necesidad económica. En estos casos, ¿sigue siendo válida la pretensión de convertir el trabajo en parte de la vida? Yo creo que sí.

El tema está en el descubrimiento del sentido. Si hacemos algo que no tiene sentido, esa actividad es penosa. Es como estudiar algo que suponemos no sirve para nada. Un esfuerzo absurdo. La clave está en descubrir el lugar que ocupa tu trabajo en la realidad social y los beneficiarios de esa dedicación. Y, en este sentido, no hay dedicación inútil. Es pobre aquel que no tiene trabajo, pero es igual de pobre quien, teniéndolo, no lo vive, o no descubre el sentido de esa cantidad de tiempo que dedica a hacer lo que considera separado de su vida.

Conjuguemos el verbo trabajar como complemento verbal del verbo vivir. Y amarrados a su lógico sentido.

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