Opinión
Emma Riverola
Los corazones robados

Una estafa amorosa y un ajuste de cuentas podrían estar detrás del asesinato de tres hermanos en Madrid. / EFE
Hace unos años causé una repentina fascinación entre las filas de militares estadounidenses. O eso parecía, claro. Las solicitudes de amistad se acumulaban en mi bandeja de entrada de Facebook. Los supuestos pretendientes eran hombres que se encontraban en zonas de guerra. Todos lucían palmito en las fotografías de uniforme y una sonrisa seductora en las de paisano. La viudedad predominaba en sus estados civiles. Algunos sumaban a su catálogo un coche de lujo, niños o perros. Viudos atractivos, ricos y sensibles en busca de un amor. ¡Irresistible!
La situación me parecía cómica, hasta que empezaron a llegar noticias de mujeres estafadas. Uno de los casos más trágicos fue el de Renee Holland. En 2017, la mujer se presentó al aeropuerto de Filadelfia enarbolando una bandera estadounidense. Estaba casada, salía de una depresión, tenía 56 años… y había enviado miles de dólares a un militar que estaba a punto de regresar de Irak. ¡Al fin se verían las caras! Tardó minutos en descubrir el engaño. La mujer no pudo superar la decepción y se tomó una mezcla de somníferos y vodka. Pero no murió. No todavía. Despertó en el hospital, su marido la velaba. Hubo confesiones, discusiones y una reconciliación. Días más tarde, el supuesto militar se disculpó. Holland volvió a creer en él, y miles de dólares volvieron a esfumarse. El 23 de diciembre de 2018, Mark Holland disparó y mató a su mujer y al padre de ella. Después, se suicidó.
El reciente asesinato de los tres hermanos de Morata (Madrid) añade otra línea negra a las estafas amorosas. Los cuerpos de Pepe, Amelia y Ángela, de entre 68 y 72 años, fueron hallados en su vivienda. Están «parcialmente quemados y apilados», según la investigación. La principal hipótesis es un ajuste de cuentas por las desorbitadas deudas que las dos hermanas habían contraído. Ambas se enamoraron de supuestos militares destinados en Afganistán. Durante años, el estafador supo tejer una historia que encandiló a las mujeres y las llevó a pedir favores y a recurrir a prestamistas peligrosos.
Las estafas amorosas han aumentado desde la pandemia. La crisis sanitaria acentuó la sensación de vulnerabilidad en las personas que se sienten solas. Es difícil imaginar el dolor de descubrirse engañada de este modo. A la pérdida económica se suma la humillación, el desgarro de un sueño. Un estudio realizado por una compañía de ciberseguridad británica ha advertido que el sentimiento de soledad se dispara el 14 de febrero. San Valentín: el día del amor… y de los corazones robados.
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