Opinión | A babor

Las dueñas de Podemos

Noemí Santana.

Noemí Santana. / E. D.

Las primarias de Podemos parecen estar incendiando el partido, no sólo en Canarias, sino en varias regiones españolas, y también en las primarias a las elecciones europeas, donde se pretende que Irene Montero no tenga que competir con nadie. A la exclusión de la candidatura de Mila Hormiga del proceso para optar a liderar el partido en las islas, se han unido en cadena situaciones parecidas en Madrid, Valencia y Asturias, que probablemente acaben en los tribunales de Justicia si la comisión de garantías –un organismo de ámbito nacional, controlado por la dirección nacional– no contesta a las reclamaciones presentadas por quienes encabezan las listas no oficiales. Los integrantes de las candidaturas alternativas han anunciado que renunciaran en bloque a participar en el proceso de primarias si no se les deja participar como candidatas. Resulta bastante asombroso que un partido que nació precisamente con la intención de acabar con el control de la política por las élites, lo que se definía como comportamientos de la casta, haya derivado –después de denuncias continuas de episodios de manipulación e irregularidades, que acompañan a Podemos desde el inicio de su andadura política– en un mecanismo para evitar la confrontación libre de distintas opciones.

Ione Bellarra e Irene Montero en la dirección Nacional, como Noemí Santana en la de las islas, parecen tener perfectamente claro que son ellas las dueñas del partido, que pueden hacer lo que quieran con él, dejar fuera a cualquiera que se oponga a su voluntad de mantenerse en los cargos sine die, disfrutando de sueldos y prebendas. Para un partido cuyos militantes han visto desaparecer las posibilidades de seguir viviendo de la política, con una regulación de empleo que ha afectado al 70 por ciento de los empleados de la organización, es muy duro asumir que las mismas de siempre sean las que sigan usufructuando el poder, sin necesitar siquiera de someterse al escrutinio de los afiliados. Y todo por la vía antidemocrática de impedir la presentación de listas que no sean las suyas…

No es la primera vez que las sospechas de pucherazo surgen en un proceso electoral interno en Podemos. De hecho, es frecuente que esas sospechas –incluso denuncias– acompañen la actuación de los líderes principales del partido morado. Decisiones como abandonar Sumar –adoptada por los cinco diputados de Podemos sin siquiera consultar a sus bases–, la cancelación de candidaturas en cuatro de las regiones del país, o la sorpresiva y no explicada renuncia –ayer mismo– de Lilith Verstringe como parlamentaria de Podemos –que deja al partido con un diputado menos, ya que quien sustituye a la dimitida Verstringe es representante de los comunes de Ada Colau– demuestran que la descomposición de Podemos es creciente y conduce al que fuera el tercer partido español, en una dirección insospechada.

Verstrynge es la tercera secretaria de Organización de los cuatro que ha tenido en su historia el partido en su década de existencia que abandona la formación. Sergio Pascual y Alberto Rodríguez ya lo hicieron antes. Su salida se suma a la del máximo responsable económico, Nacho Álvarez, el de políticas municipales, Jesús Santos, o la de Vivienda, Alejandra Jacinto, que provocaron la remodelación de la Ejecutiva.

Con estos mimbres, es difícil que pueda producirse una participación exitosa en las elecciones europeas, a las que Podemos ha fiado sus opciones de recuperar el apoyo de las bases y votantes de la izquierda popular. Montero, expulsada de forma poco amable y decorosa de las listas de Sumar, tras negarse a aceptar la oferta de Yolanda Díaz de convertirse en embajadora de España en Chile, ha optado por recomponer su liderazgo vicario, abriendo una guerra con los yolandistas en las cercanas elecciones para el Parlamento de Estrasburgo. Es poco probable que esa guerra alcance proporciones épicas, después de lo que se está viendo, con el partido hecho unos zorros y la disidencia interna sometida a una agresiva campaña de descalificación interna, que parece conducir a la exclusión y la privación de cualquier derecho de competir en las primarias.

La generalización de situaciones parecidas del norte al sur del país, y la decisión de Lilith Verstringue –querida compañera y amiga– de romper con la dirección nacional, y abandonar y entregar su acta a Sumar, demuestran que algo huele ya rematadamente mal en el tinglado de los herederos de Vistalegre 2.

Dentro de poco sólo quedarán las dueñas. La última en salir que apague la luz.

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