Opinión
Nayra Bajo de Vera
¿El móvil se queda en casa?

¿El móvil se queda en casa?
Escurrir el bulto: eso es lo que implica la prohibición del móvil en las aulas. Una medida como esta puede, a priori, dar la impresión de que se está intentando hacer algo por el bienestar de los y las menores. Sin embargo, que los centros se enfoquen en prohibir y no educar revela que no existe una preocupación genuina, sino una tendencia autoritaria y restrictiva. Una vez salen de clase, la dirección hace ojos ciegos y oídos sordos a lo que puedan hacer sus estudiantes a lo largo del resto del día. Como viene ocurriendo desde hace mucho tiempo con el acoso.
La polémica que envuelve a este tema nunca llega a cerrarse. Y es que, hasta ahora, no hay consenso entre docentes, personas expertas, madres, padres y legislación sobre qué hacer. Se aviva el debate cuando nuevos datos sobre el rendimiento académico y la depresión revelan cifras negativas, aparece algún escándalo de ciberbullying o se detecta que hay niños que comparten porno por WhatsApp. Algunas veces, son los propios niños quienes generan las imágenes con Inteligencia Artificial usando los rostros de sus compañeras. Es algo gravísimo, así que saltan todas las alarmas. Pero, en vez de invertir tiempo y recursos en educar en valores y usos, la respuesta por defecto es el punitivismo y la restricción.
Por eso hay propuestas –nacidas ante la legítima inquietud de las familias– para prohibir que las y los menores de 14 o 16 años puedan hacer uso de los dispositivos móviles. La toma de medidas es urgente, pero decisiones totalitaristas como esta solo serían un parche. A la larga, el problema volvería a estallar y el agujero se haría más grande.
Primero, porque la prohibición integral contribuiría al analfabetismo mediático, haciendo que niñas y niños tuvieran más dificultades para desenvolverse en un mundo que ya es digital. Segundo, porque el uso tardío de los móviles no garantiza que vaya a ser mejor; la prueba de ello está en la generación boomer, que accedió a los móviles cuando ya eran personas adultas, pero no los usan con más conocimiento ni mayor responsabilidad. Y tercero, porque esta no es una medida realista.
Es fácil de entender que si un niño pide una galleta y se le responde con un no rotundo, alejado de razonamientos, se comerá el paquete entero cuando esté solo y sin vigilancia. En versión adulta, la gente no deja de tomar drogas o conducir bajo los efectos del alcohol –menos cuando hay un nivel serio de adicción– por mucho que esté vetado por ley. Ambos ejemplos son comparables a lo que ocurre con los móviles. En mi adolescencia, no nos importaba que estuvieran prohibidos en el instituto. Los usábamos igual.
Hasta ahora, no se ha demostrado que la prohibición indiscriminada de móviles contribuya a la salud de adolescentes, niñas y niños. Pero sí hay estudios que confirman que su interés, participación activa y aprendizaje en el aula son mayores cuando se incorporan métodos audiovisuales y medios digitales. Aleccionar y amenazar sin argumentos es barrer un problema debajo de la alfombra para que se siga haciendo bola. Y ese es el rumbo que está tomando Europa, a pesar de que las horas de exposición a pantallas, la ansiedad y la depresión entre jóvenes no bajan.
El debate no debería quedarse en el maniqueísmo de móviles sí o móviles no. En su lugar, hay que investigar de qué manera implementar la tecnología en las aulas, educar en sus usos responsables y mandar el mensaje correcto sobre su potencial como herramienta. Pero a estas alturas, todavía no existe en Canarias ni en España ninguna asignatura obligatoria de alfabetización mediática, necesidad que apuntó el Parlamento Europeo ya en 2008.
La formación en violencia de género, la gestión de emociones y la educación sexual son también factores importantes, dado que influyen en los usos que se atribuyen a la tecnología. En su día, y la cosa ha cambiado poco, el contenido respecto a estos temas fundamentales era casi nulo, además de tardío, heteronormativo, falocéntrico y muy enfocado al embarazo. Así, el rol educador principal lo toma el porno, empezando por edades muy tempranas, a falta de que se hable abiertamente sobre expectativas, placer, consentimiento y violencia.
El problema no son los móviles por sí mismos, sino los usos que se están permitiendo sin educación o límites lógicos. Prohibirlos por completo o eliminar toda restricción no son las únicas opciones. El último Informe PISA sugirió que un uso moderado del móvil tiene efectos positivos en el rendimiento escolar, aunque también puede incentivar la distracción del alumnado. En la misma línea, la Unesco advierte de los peligros que entrañan, al tiempo que informa sobre su potencial para la educación.
Para que el resultado sea efectivo y beneficioso, hay que olvidarse de enseñar a los menores a usar los aparatos. Ya saben hacerlo. Porque, aunque no sea lo idóneo, la primera vez que muchos cogen un móvil es antes de aprender a hablar y caminar. Eso no es una opinión, ni tampoco una ideología, sino una realidad con la que hay que trabajar (y tratar de cambiarla). Lo que se debe enseñar, aunque sea la parte menos sencilla, es a desarrollar la capacidad de autoimponerse límites sanos e incorporar valores basados en el respeto y la convivencia. De lo contrario, será peor el remedio que la enfermedad. Porque la forma en la que se usan los móviles es solo el síntoma de algo mucho más profundo.
- Canarias se prepara para un empeoramiento del estado del mar: se espera una ola de 12 metros
- La Guardia Civil investiga a 7 personas, entre ellas de Canarias, por estafa en compra de criptomoneda
- Canarias, en riesgo de inundaciones: el mar entrará a zonas de baño, paseos marítimos y carreteras de costa
- La eterna crisis de los guachinches: apenas quedan 30 en Tenerife
- Un artista renuncia a un premio de la Real Academia Canaria de Bellas Artes por defender el Monumento a Franco de Santa Cruz
- La conversación del árbitro tras el segundo gol del Racing al Tenerife: 'Para mí no hay falta
- El exedil de Fiestas de Santa Cruz, Andrés Martín, absuelto del delito de prevaricación administrativa
- El mejor yate lujoso del mundo, Kensho, en el Puerto de Santa Cruz por primera vez