Opinión | El recorte
Un tipo «astuto y frío»

Yolanda Díaz y Pablo Iglesias. / José Luis Roca
Es tan corto el amor y tan largo el olvido. Aún recuerdo la foto del estrecho abrazo en el que se fundieron Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en noviembre del año 2019, después de firmar un acuerdo de gobierno que se había hecho esperar. Hoy, apenas cinco años después del abrazo, del fuego solo quedan cenizas. Iglesias define al presidente como un tipo «muy hábil, astuto y frío» que tiene «convicciones ideológicas no demasiado fuertes» lo que le permite cambiar de ideas sin ningún problema, en función de sus necesidades de poder.
Las convicciones de los demás siempre parecen más que las propias. Iglesias, por ejemplo, siempre ha tenido convicciones marxistas, de las que dicen «estos son mis principios, pero si no me valen tengo otros». Las que le permitieron pasar, sin conflicto alguno, del pisito de Vallecas a un chalé de Galapagar, después de poner a parir a otros por hacer lo mismo.
Tres años después de salir del gobierno en el que cohabitaron, Pablo Iglesias respira por la herida. Sánchez se lo comió con papas. Le aisló a base de bien en la jaula dorada de un Gobierno donde nunca tuvo el poder que quiso. Y le empujó para presentarse en Madrid como el ariete de la izquierda contra Isabel Díaz Ayuso: en el PSOE eligieron premeditadamente al candidato más flojo en las urnas. Se lo pusieron a huevo. Iglesias picó y la cheli del PP le pegó un doloroso revolcón electoral. Perdidas las elecciones renunció a estar en la oposición como diputado raso, dejó el acta y se mandó a mudar a los cuarteles de invierno. Mal estilo.
Lo que está ocurriendo ahora en la izquierda española tiene mucho que ver con la figura de Iglesias, uno de los intelectuales más sólidos del neomarxismo español. La revolución proletaria es imposible sin proletarios, pero hay otras muchas banderas y enemigos. Iglesias fue quien recondujo la estrategia comunista, pasando de la lucha de clases a la lucha de sexos. Irene Montero e Ione Belarra se convirtieron en la mosca cojonera de los Consejos de Ministros, Ministras y Ministres al punto de que Sánchez acabó de ellas hasta más arriba de la coronilla.
Yolanda Díaz, fue designada digitalmente por el propio Iglesias, en su retirada estratégica, como líder instrumental. Entregar el poder a su pareja, Irene Montero, habría sido muy Ceacescu incluso para ellos. Pero Díaz le salió rana. Decidió que la marca Podemos estaba quemada y lanzó un nuevo proyecto, Sumar, que pretendía devorar el mismo mercado pero con distintos líderes y sustituyendo el centralismo leninista podemita, gobernado por una élite madrileña, por un cesarismo teocrático: el suyo.
Ahora nace un nuevo partido llamado Izquierda Española, declaradamente en contra de los procesos de independencia. Podemos ha roto con Sumar y va a su bola. Y Sumar no suma. La izquierda rota de este país se ha convertido en en un colisionador de hadrones, que a pesar lo mal que suena son partículas muy pequeñas, altamente inestables y que casi siempre acaban chocando entre sí. ¿Agrupados en la lucha final? Va a ser que no, camaradas.
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