Opinión | A babor

Colorín, colorado

El secretario general de Junts per Catalunya, Jordi Turull.

El secretario general de Junts per Catalunya, Jordi Turull. / EFE

Cogieron a Pedro Sánchez haciendo pucheros en Radio Nacional de España, diluyendo con tila, lagrimitas y muuuucha humildad (porque «el nuestro es un gobierno humilde») la graduación alcohólica del acuerdo entre el PSOE y Junts para ceder a la Generalitat las competencias sobre inmigración. En esas andaba nuestro prócer, con Junts en el guineo de llevarle la contraria, asegurando que el acuerdo implica la gestión integral de la inmigración (integral, desde las expulsiones a la política de fronteras) y va Jordi Turull, secretario general de disgustos varios al Estado, y remata en TV3 las que –sin duda– van a ser las dos palabras con mayor cachondeo de la legislatura: si el Gobierno se niega a la celebración del referéndum de autodeterminación, entonces «colorín colorado».

Y es verdad, el cuento empieza con «Érase una vez» y se acaba cuando el narrador anuncia el final con el «Colorín colorado, el cuento se ha acabado», dos octosílabos con rima que hacen de colofón que cierra y remata los cuentos infantiles cuando se cuentan en español. Ambas expresiones son el marco tradicional en el que el narrador inserta toda la historia: la apertura anuncia de que lo que viene es un cuento, para que no haya lugar a dudas, y el cierre nos advierte que la historia ha terminado, nos devuelve a la realidad.

El lingüista rumano Eugenio Coseriu se refería a estas expresiones del lenguaje formulístico denominándolas «discurso repetido», que es el que se reitera y pasa de una generación a otra, y queda grabado en la memoria infantil por repetición. Cuando un niño escucha «érase una vez», sabe que empieza el cuento, y cuando escucha «colorín colorado», la coletilla le advierte que se acabaron las imaginaciones y fantasías y llega el momento de volver a la vida real.

A Turull quizá no le suene para nada Coseriu –seguro que no ha leído nunca a Maximiano Trapero– pero sin duda ha sabido elegir las palabras justas para cerrar el ciclo fantástico del relato con el que Pedro Sánchez lleva pinocheando a gran parte de la sociedad española desde hace un lustro. Se trata de un cuento para niños crédulos que incluye todo el catálogo de falsedades que convierten la historia en un puro cuento: millones de españoles han creído que el problema de Cataluña es responsabilidad de quienes se opusieron a los cuatro tronados dispuestos a romper el país para ocultar sus propias fechorías durante años. Millones de españoles, ensimismados por la propaganda y la mentira, han logrado interiorizar la fantasía embustera de que fue la respuesta de los rancios la que provocó el desastre del uno de octubre, la que incendió las calles de Barcelona, la que votó en el Senado a favor de la aplicación del 155 y la disolución del Parlament, la que controló a los jueces para que impusieran pena a los infractores de la ley. Millones de españoles han olvidado que fue Sánchez quien prometió que apresaría a Puigdemont y lo llevaría ante los tribunales, quien juró que no aplicaría el indulto a los infractores de la ley, no les perdonaría los delitos cometidos, no modificaría el Código Penal para hacer desaparecer los delitos de revuelta, sedición y prevaricación… Que jamás pactaría con independentistas, que nunca concedería la amnistía a los delincuentes procesados porque eso es inconstitucional, que no pactaría con Bildu, y que jamás, jamás, jamás, permitirá un referéndum de autodeterminación en Cataluña. Millones de españoles saben que Pedro Sánchez ha incumplido todas y cada una de las promesas que nos hizo, y a pesar de eso siguen creyendo que cumplirá la última, que nunca permitirá la celebración de una consulta sobre la independencia que hoy proclama tan inconstitucional, como antes de cambiar de opinión proclamaba la amnistía… Y ahora Turull lo ha dejado por fin claro: colorín colorado, se acabó el cuento. O hay referéndum o deja de haber Gobierno. Justo eso.

Mientras, Sánchez insiste: nos promete que sudará la camiseta hasta su último aliento para poder sostener su Gobierno, el único que piensa en los españoles, que son lo importante. Un Gobierno progresista que apoya a los territorios ricos y permite la expulsión de emigrantes pobres. Y lo que nos dice es que en Cataluña las cosas están cada vez mejor, que no hay conflicto entre comunidades, que el español no está perseguido en las escuelas, que no se ha cedido ante Puigdemont en emigración, que las empresas tienen la libertad de movimiento que ampara la Constitución. Y que Junts no es supremacista, xenófoba y antiespañola, sino un partido que coopera en la construcción de la España democrática y plural, no como el PP, que prefiere destruirlo todo. Colorín colorado, referéndum o gobierno. Será tras la amnistía.

Colorín colorado, el cuento se ha acabado.

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