Opinión | A BABOR

El valor de un voto

Con el voto negativo de los indepes, el voto coalicionero vuelve a la misma inutilidad que con el voto a favor: no cambia el resultado

Cristina Valido durante su intervención en del debate parlamentario en el que su voto fue determinante

Cristina Valido durante su intervención en del debate parlamentario en el que su voto fue determinante / Alberto Martínez/ Europa Press

Dicen que el valor se supone, pero eso sólo ocurría en los certificados de la mili de antes. En este mundo de ahora lo que se supone tiene poco valor, y lo que se puede probar, depende de quien lo pruebe. Porque de un tiempo a esta parte la verdad está absolutamente relacionada con la fuerza con la que eres capaz de defenderla.

Al grano. Esto va de valor: que dice casi todo el mundo que la bien pagada desafección de los de Puigdemont, capaces de cobrar hasta por abstenerse, ha puesto en estratosférico valor el voto de Cristina Valido. Y yo creo que es ése un diagnóstico más optimista que correcto. Cierto que en matemática parlamentaria es mejor ser el que suma que el que no lo hace, pero la suma ésta de Coalición cuando Puigdemont ordena a los suyos abstenerse tiene un valor más simbólico que real, porque está precisamente condicionada a la abstención de Junts. Con el voto negativo de los indepes, el voto coalicionero vuelve a la misma inutilidad que con el voto a favor: no cambia el resultado. Por lo tanto, las cosas no dependen de cómo se porte el Gobierno con Coalición (con Canarias, si lo prefieren), sino de cómo se porte con el prófugo de Waterloo. Esa es y sigue siendo la clave de la historia, como han dejado perfectamente claro el PSOE y Gobierno cediendo lo indecible para salvar dos de sus tres decretos. El de doña Yolanda, víctima de una venganza por reposición –al viejo estilo de donde las dan las toman– estaba muerto por decisión podemita. Ahora hay quien critican esa decisión incluso en las filas de Podemos, pero yo creo que lo que han hecho ha sido empezar duro para demostrar que su salida de la suma de Sumar va en serio, que no es un numerito, y que el PSOE tiene que negociar directamente con ellos si no quieren más sorpresas. Una forma como otra cualquiera de ponerse en valor, que cinco votos suman cinco veces más que uno.

El voto de Coalición ni quita ni pone rey, pero sirve al que mande. Si hubiera cuajado un Gobierno de la derecha, habría ayudado a la derecha a mantener la estabilidad, y habiendo cuajado uno de izquierdas, apoyado por toda una sopa de letras de republicanos, más bilduetas, más peneuvistas de derechas e indepes supremacistas, pues ahí que se fueron, a ver que sacan con lo poquito que tienen. Obligaron al PSOE a aprobar la agenda de marras, y pusieron muy mala cara en las fotos cortesanas, como si estuvieran enfadados. Una forma de manifestar que no era eso lo que querían, pero asumían el sacrificio y la inquina por Canarias. Todo siempre por Canarias.

Pues por Canarias, tendrán que aclarar si lo de la transferencia de lo que queda de Costas va en serio, o si tendrán que hacer lo que dice Torres, y devolver las últimas transferencias, porque lo que antes estaba mal resulta ahora se negoció lo mejor posible. Torres se va a convertir a este paso en el ministro del donde dije digo, digo Diego, pero no hay que tenérselo muy en cuenta: se ha incorporado a un Gobierno especializado en enmendarse a sí mismo la plana en cosas de mayor enjundia que las costas y litorales: el indulto, la reforma del Código Penal, la amnistía, las transferencias en emigración…

Por Canarias, en fin, tendrán los de Coalición que dejar claro los límites, y además que Sánchez y los suyos crean que lo de Puigdemont va en serio, que yo creo que no es así: irá en serio cuando por fin haya sido amnistiado y sea candidato a la presidencia de la Generalitat, hasta entonces estirará la cuerda pero sin convertir en piñata a Sánchez, que eso es cosa de bárbaros de ultraderecha…

Por Canarias, doña Cristina tendrá que seguir votando que sí mientras sigue sin resolver lo de la financiación, que no va a reformarse de estas –perder toda esperanza los que apoyan al Gobierno y los que no–, y mientras sigan quedando pendientes transferencias para La Palma, y prórrogas para el transporte, y convenios y otras cuestiones de billetera.

Por Canarias habrá que aguantar contando lo que llega, que no será mucho más que hasta ahora, pero sí bastante más de lo que sería si Coalición se hubiera posicionado en contra.

Porque este «Gobierno humilde», definido así por primera vez por su presidente tras perder en la votación de un decreto, hace tiempo que ha entrado en una dinámica en la que las cosas no se hacen por ser justas y/o correctas, sino porque permiten al Gobierno seguir existiendo. Con un solo voto, inútil además si Junts vota a favor o vota en contra, por muy combativa que sea en sus discursos la dueña del voto, es difícil que Sánchez o sus ministros vayan a dar algo más que una sonrisa de aprobación o palmaditas en la espalda. Si Coalición quiere mandar como mandan los vascos o los catalanes, tendrá que acudir a Madrid con tres o cuatro diputados, como hace veinte años, antes de que Román Rodríguez rompiera. Y tendrían además que darse circunstancias parecidas a las de ahora. Que no lo quieran los demonios.

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