Opinión | Canarismos
Ese es un carajo de la vela

Ese es un carajo de la vela
«Ser (alguien) un carajo (de) la vela» es una expresión que en el español de Canarias se emplea para referirse a un individuo informal, poco serio o al que se le tiene poca estima. Así la documenta el Diccionario Básico de Canarismos de la ACL. Lo que vendría a ser sinónimo de «chafalmeja», esto es, persona de conducta informal e irresponsable. La voz «carajo» puede tener varias acepciones dependiendo del contexto o frase donde se emplee, incluso del tono en que se pronuncie. Pero ¿de dónde viene la expresión «carajo de la vela?
Se dice que «carajo» es —en argot marinero— el nombre que recibe la plataforma o meseta que en las antiguas embarcaciones a vela se ubicaba en lo alto del palo mayor y que servía de sujeción de los obenques de gavias, para facilitar las maniobras de las velas altas (de ahí «de la vela»), además de puesto de observación. Se cuenta que cuando un marinero cometía un acto de indisciplina era obligado a subir a lo alto del mástil y permanecer en la meseta de guarnición, es decir, en el carajo, durante todo el tiempo que durara el arresto. Se trataba de un lugar de gran inestabilidad donde se hacían notar especialmente los golpes de mar, el bamboleo y las guiñadas de la nave. Por lo que se deduce fácilmente que no era un lugar agradable, de ahí que se asociase por la tropa a algo detestable donde el marinero podía acabar en mal estado, sufriendo mareos y vómitos a causa del fuerte meneo del barco. Una voz, en definitiva, con connotaciones negativas. Y así se explicaría —según esta hipótesis— que cuando se mandaba a alguien al carajo se pensaba en este lugar inhóspito (de aquí probablemente el origen de la expresión: «¡Vete al carajo!» que hoy se emplea como un modo de despedir a alguien con desaire, con aspereza o de mala manera). Esta etimología de la expresión está presente entre la marinería militar de diversos países hispanoamericanos.
«Ser (alguien) un carajo (de) la vela» es una expresión que en el español de Canarias se emplea para referirse a un individuo informal, poco serio o al que se le tiene poca estima.
De modo que el «carajo de la vela» pasaría a ser sinónimo del lugar donde iban a parar aquellos que entre la tropa mostraban indisciplina o no se tomaban en serio las tareas que se acometían a bordo. Es probable que por metonimia (es decir, a fuerza de designar algo con el nombre de otra cosa tomando el efecto por la causa o viceversa) se terminara por asociar lo que justificaba el castigo que se imponía al marinero de subir/ir al carajo con el lugar de punición y por ende con la persona que expiaba el castigo mismo («el carajo de la vela»). Así, pues, «carajo (de la vela)» trascendió al lenguaje popular como nombre de la plataforma en lo alto del palo mayor y pasaría a denominar con el tiempo a la persona poco formal, no fiable y poco seria. Con este significado habría llegado hasta nosotros la locución «ser un carajo (de) la vela» (a menudo se pronuncia sin la preposición ‘de’) que se puede escuchar en las islas para descalificar a un individuo que no está presente. No tiene, pues, el valor de insulto propiamente dicho ya que no se lanza directamente frente al sujeto, sino cuando se habla de este en su ausencia. Puede inserirse en formas dialógicas como esta: «¿Quién, fulano? Ese es un carajo la vela. Oh, fíjate tú la jugada que me hizo…»
Existe una serie de expresiones afines en la que se emplea el término «carajo» en sentido similar, como por ejemplo cuando se inserta en una conversación para evitar llamar por su nombre (o referirse implícitamente) a una persona: «Esas son las cosas del carajo ese…». También se puede escuchar el uso de un diminutivo, «ese es un carajillo (de) la vela» que desacredita o desautoriza igualmente a la persona a la que se refiere, pero con menor intensidad.
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