Opinión

La muerte nada en las costas canarias

Los datos hielan la sangre. No es para menos. Se suman más y más víctimas de la política fronteriza española y europea, que viene anunciando un endurecimiento de sus prácticas violentas.

La muerte nada en las costas canarias

La muerte nada en las costas canarias

Si hiciéramos un minuto de silencio por cada víctima, callaríamos más de cuatro días. Quizá, sin tanto ruido, los ojos del mundo entero hallarían el foco que permanece difuminado. Pero estas son unas víctimas que no importan. Suena frío, incluso cruel, pero es la realidad que décadas de muertes sistemáticas vienen demostrando. Solo el año pasado, 6.618 personas murieron en el mar tratando de migrar hacia España, bajo la indiferencia de una estructura que funciona con candados. Las llaves se reparten al nacer. Entre las víctimas, había 384 niñas y niños.

Los datos hielan la sangre. No es para menos. Se suman más y más víctimas de la política fronteriza española y europea, que viene anunciando un endurecimiento de sus prácticas violentas. La diferencia con años anteriores es que 2023 ha sido el peor desde que se tienen registros. Y la inmensa mayoría de muertes, como ya es una sangrante costumbre, se concentra en la ruta canaria. Así, se consolida de nuevo como la frontera más mortífera del mundo, con 6.007 víctimas en solo doce meses.

Estos son algunos de los datos recogidos en el informe Monitoreo del derecho a la vida de 2023, elaborado por Caminando fronteras. Otras organizaciones contemplan cifras mucho más bajas porque existen dificultades en la contabilización, como es el hecho de que gran parte de los cuerpos no se recuperan nunca. Por ese mismo motivo, Helena Maleno, de Caminando fronteras, señaló durante la presentación del informe que incluso las cifras recogidas por este colectivo son más bajas que las reales. Según tienen constancia, 84 embarcaciones desaparecieron a lo largo del año pasado sin que se hayan encontrado los cadáveres de ninguna de las personas a bordo. Y algunas de ellas se embarcaron sin que ni siquiera lo supiese su familia.

Lo repiten con frecuencia: «Son muertes evitables». Y sí, lo son. Habría que vivir en otro mundo para creer que no hay recursos suficientes para los rescates o que las llegadas cogen a los gobiernos por sorpresa. La cuestión es esa: como ya saben que ocurrirá, y va en contra de sus agendas, prefieren hacer oídos sordos. «Publicar un tweet y que mucha gente dé retweet salva vidas», mencionó Maleno, porque «los gobiernos funcionan así». En su experiencia, que haya actividad en redes sociales sobre un naufragio puede condicionar que se envíe o no personal de búsqueda y rescate, dado que genera presión a las autoridades. «El estado español tenía los medios para evitar muchas de estas muertes y no lo ha hecho», insistió.

La responsabilidad es compartida. No solo entre los ministerios españoles de Interior, Exterior, Transportes o Sanidad, entre otros, sino también de una comunidad internacional que invisibiliza y despolitiza las muertes. Ocurre, por supuesto, en Europa, y más aún con la tendencia xenófoba y securitaria que ha experimentado su política en los últimos años, y que permitió el mes pasado cerrar las negociaciones del nuevo Pacto sobre Migración y Asilo de la Unión Europea. Ocurre, también, gracias a la complicidad de los gobiernos de otros países no europeos cuya ciudadanía recurre a rutas peligrosas para migrar porque no les queda otra alternativa.

Marruecos es un ejemplo claro y próximo de cómo funciona la instrumentalización de las personas migrantes, convirtiéndolas en armas políticas mediante la apertura y cierre de fronteras con España a conveniencia. Sucede también en Senegal, con la invisibilización de las víctimas y las detenciones de las personas que exigen la búsqueda y rescate de sus familiares. Este país ha sido el protagonista de los últimos meses en la ruta canaria debido a las revueltas y la represión que atraviesa. Pero las fronteras externas de Europa se extienden por muchísimas otras naciones. Ya sea a través de la agencia Frontex, o mediante acuerdos con países concretos, el objetivo es que la gente no migre. Pero esa es una meta imposible.

La gente se mueve. Lo ha hecho en el pasado y lo hará cada vez más en el futuro. No es un aviso, mucho menos una amenaza. Es una realidad. La evolución geopolítica y el cambio climático son dos de los motivos en una larga lista. Por mucho que intente ponérsele freno, las noticias que recibimos constantemente dejan claro que por muy arriesgado que sea, la gente seguirá migrando. Si se cierran las fronteras, las personas recurrirán a alternativas más peligrosas, como la ruta marítima hasta Canarias. Hay que recordarlo e insistir: es la más mortífera del mundo.

Así, un año más, las costas canarias están manchadas de sangre. De más de seis mil personas. Llamarlo drama sería injusto, la palabra se queda corta. No son un número, un puntito dentro de estadística. Son, cada una de ellas, personas que perdieron sus sueños, su futuro y su vida; todo lo perdieron en el mar.

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