Opinión | El recorte

El presidente esclavo

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la portavoz de Junts, Míriam Nogueras, durante la ronda de contactos para la investidura.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la portavoz de Junts, Míriam Nogueras, durante la ronda de contactos para la investidura. / David Castro

A pesar de que Sanidad quiere imponer los tapabocas, aquí habla todo el mundo. Por ejemplo los catalanes de Junts que han colocado al Gobierno en precario ante su primera minicrisis política. Una en la que se juegan nada menos que diez mil millones de euros de la Unión Europea.

Si hoy no se aprueban una serie de medidas anticrisis España dejará de recibir esos fondos europeos, que están condicionados a tres decretos que el ejecutivo de Sánchez & Cía está obligado a pasar por el tamiz del Congreso de los Emputados. Y ahí le estaban esperando con la escopeta cargada las derechas independentistas catalanas, que quieren vengarse de las empresas que se fueron de Cataluña imponiéndoles sanciones y exigen que la ley de amnistía no quede en suspenso si se recurre ante los tribunales de la Unión Europea. Y Podemos, que también quiere llamar la atención con los cinco votos con los que piensan amargarle la vida al camarote de los hermanos Marxistas de Sumar que están en el desgobierno de España.

Este miércoles se escenifica, pues, la posibilidad del primer revolcón parlamentario que los negociadores socialistas están intentando resolver contra reloj. El equipo de Sánchez está acostumbrado a lograr misiones imposibles pero hasta Tom Cruise perdería los pelos del bigote tragando sapos con Carles Puigdemont y los suyos, que están en una especie de concurso contra Esquerra a ver quien sale más chulo en la foto. Y esto va a ser así o peor hasta las elecciones catalanas previstas para finales de este año. Y no hay trankimazín suficiente para negociar con Irene Montero, que los está esperando con una navaja suiza.

No se entiende que el PSOE, que ya sabía del percal, no haya intentado negociar con el principal partido de la oposición. No como excusa de última hora, cuando ya le han fallado los demás apoyos. Si eres capaz de mandar un equipo negociador a Bélgica para reunirse con un prófugo de la justicia y pactar la investidura a cambio de una ley de amnistía, ¿por qué es tan complicado recorrer unos pocos metros en los pasillos del Congreso para negociar con los populares la convalidación de unos decretos en donde se juegan un pastizal?

Pero estamos en lo que estamos: en el odio electoral furibundo. Los grandes antagonistas políticos de España, enajenados de toda cordura, prefieren ahogarse a tenderse la mano. Para los populares el espectáculo del naufragio parlamentario de la inestable mayoría en la que se sostiene Sánchez no tiene precio. Los socialistas, contra la pared, intentarán responsabilizar a la oposición de perder los fondos europeos. O sea, que entre todos la mataron y ella sola se murió. Algo deleznable. Pero probablemente menos indigno que permitir que se multe a empresas españolas por cambiar de sede dentro de su propio país.

Así que salvo milagro de última hora Sánchez se puede pegar hoy su primer gran batacazo parlamentario. Solo lo evitará bajándose los pantalones hasta más abajo de los tobillos ante dos minorías que le seguirán exprimiendo como un limón. Un anticipo de lo que le espera al esclavo de Moncloa.

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