Opinión | Retiro lo escrito
Preocupada sí, tonta no

La ministra de Sanidad, Mónica García, ofrece una rueda de prensa tras la reunión con el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud (CISNS), en la sede del Ministerio, a 21 de diciembre de 2023, en Madrid (España). El CISNS ha presentado hoy e / A. Pérez Meca - Europa Press
Pues no, no se ha aprendido nada sustancial de la experiencia de la pandemia del covid. Y no era especialmente difícil. Tres cosas básicamente: proteger, reorganizar e impulsar financiera y profesionalmente la atención primaria, intensificar las campañas de vacunación e imponer el uso de mascarillas si se sobrepasaran unos porcentajes protocolizados. Nada. Aquí siguen las comunidades autónomas discrepando sobre las mascarillas, aunque el Ministerio las ha impuesto en centros y residencias a partir de mañana. Es patético. Llega una epidemia de gripe fuerte y feroz y se bloquean los hospitales públicos y privados. Y como ya están los pasillos ocupados por enfermos –con bastante gente vieja o madura boqueando entre los mocos– ahora se les mete en un despacho o se les toma la temperatura y se les entrega un paracetamol sentados en una sala de espera mecida por quejas y gemidos. Esperando por sí mismos más que por los médicos. Destinamos cientos, miles de millones cada año para la sanidad pública. Y dos gripes superpuestas –ciertamente potentes– parecen capaces de desbordar los recursos disponibles. Algo estamos haciendo entre mal y muy mal. Ninguno de los gobiernos autonómicos que se han sucedido desde 1993 –cuando las competencias sanitarias fueron transferidas– puede mostrar una ejecutoria digna en materia de Atención Primaria, enlaberintada casi siempre en planes de reforma puntillosos, inacabables y, a la postre, fracasados.
La Atención Primaria –incluyendo la medicina preventiva– es el núcleo más problemático que explica el estado agónico de la salud pública en España y en Canarias. Después de escuchar a médicos y enfermeros en las últimas décadas siempre se señalan las mismas demandas: una concepción estratégica de la gestión, que debería ser más autónoma frente a la dirección hospitalaria o territorial, una autonomía de los médicos para llevar su propia agenda y priorizar casos, una adaptación y simplificación de los procedimientos administrativos, un aumento ordenado de las funciones de enfermeros y enfermeras, admitir que los centros de salud asuman un papel más activo de su propia gestión económica y operativa, una ampliación de las plantillas, una mejor evaluación técnica del esfuerzo profesional desplegado, una escala de sueldos, compensaciones y complementos económicos que dignifiquen a los trabajadores de Atención Primaria. Es una lista corta, pero ampliable de cambios, indicaciones, nuevas reglas e inversiones. Y que debe completarse con la introducción en la educación primaria y secundaria de nociones básicas de salud, desde la naturaleza de las enfermedades infecto-contagiosas a la nutrición y el deporte.
La mayor parte de las comunidades autonómicas no eran partidarias de la reintroducción de las mascarillas en los centros sanitarios. Canarias se sumó al criterio ministerial ayer. Es muy probable que la totalidad de los centros sociosanitarios (incluidas las farmacias) se vean afectados desde el miércoles. Contra aquellos que critica al Ministerio por recuperar las mascarillas, soy de los que opinan que desde hace quince días deberían ser obligatorias tanto en los centros sanitarios como los sociosanitarios. Los ingresos hospitalarios por gripes se incrementaron un 60% en una semana, hasta los 9,5 casos por 100.000 habitantes. En Canarias el crecimiento ha sido cercano al 50%. En realidad, la ola de contagios en las vías respiratorias no ha dejado de elevarse desde finales de octubre y en la última semana de diciembre ya era estadísticamente alarmante. Lo que ha ocurrido es algo muy parecido –pero menos dramático, por supuesto– que lo que pasó en marzo de 2020. La ministra Mónica García y su equipo no comenzaron a preocuparse por la situación –y de hecho no se decidieron a convocar el consejo interterritorial– hasta que las fiestas navideñas no concluyeron. En el año 2020 no había que fastidiar –pese a las alarmantes cifras de contagio de covid– las manifestaciones del 8 de marzo. En este caso la señora García eludió alarmar o enervar a los ciudadanos imponiendo mascarillas durante las vacaciones de Navidad y Reyes, y no se reunió para tomar medidas con los responsables sanitarios de las comunidades autónomas hasta bien abiertos los regalos y agotados la sidra y los turrones. Preocupada sí, pero tonta, de ninguna manera, que es ministra y todo.
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