Opinión

El avance de la extrema derecha en Latinoamérica

El concejal de Vox, Gonzalo Montoya.

El concejal de Vox, Gonzalo Montoya. / Tony Sevilla

Preocupa con razón en Europa el avance de la extrema derecha, a la que se dan grandes posibilidades en las próximas elecciones al Parlamento de Estrasburgo.

Pero un fenómeno por igual inquietante se da al otro lado del Atlántico, del que el reciente triunfo electoral del argentino Javier Milei es sólo, por así decir, la punta del iceberg.

Y no me refiero sólo a la posibilidad, cada vez más real, de que el supremacista Donald Trump gane en noviembre  las elecciones en EEUU o de que pueda producirse allí, si los jueces lo impiden, un conato de guerra civil.

Milei, el presidente de la motosierra, es ciertamente un caso extremo de autoritarismo reaccionario aunque él mismo haga profesión de fe “liberal” en el sentido más estrictamente económico de la palabra.

Pero Milei no está solo: está también el caso del Ecuador, donde el rey del banano Daniel Noboa, heredero de una de las mayores fortunas del país, ganó las últimas elecciones, convocadas anticipadamente por el expresidente Guillermo Lasso tras verse acusado de malversación de fondos públicos.

Noboa, que representa a la oligarquía tradicional ecuatoriana, tiene significativamente a su lado a la vicepresidenta Verónica Abad Rojas, a la que gusta moverse en los círculos más ultras, entre ellos los españoles de Santiago Abascal.

Antes de asumir el cargo, Abad Rojas se entrevistó en Madrid con el líder de Vox, al que aseguró que podría contar con su pleno apoyo «en defensa de los valores comunes».

En noviembre, la vicepresidenta ecuatoriana participó también como oradora en la llamada Cumbre de la Iberoesfera, donde se acusó a la Comisión Europea de apoyar las «narcodictaduras» latinoamericanas y a políticos de izquierda como el brasileño Lula, el colombiano Petro o el chileno Borich.

Al igual que Abad Rojas, mantiene estrechos vínculos con Vox la vicepresidenta argentina Victoria Villarruel, procedente de una familia de destacados milicos, que niega los crímenes de la pasada dictadura militar de su país (1976-1983) y critica con dureza el feminismo y el movimiento LGBT+.

También en otros países del continente gobierna la derecha: por ejemplo, en Perú, donde, pese a las multitudinarias protestas populares y a las decenas de víctimas entre los manifestantes, sigue en el poder Dina Boluarte, que había sido vicepresidenta de Pedro Castillo, destituido tras un sospechoso «autogolpe».

El que muchos califican de «golpe de Estado» contra Castillo posibilitó al mismo tiempo el avance del empresario y miembro del Opus Dei Rafael López Aliaga, del Partido Renovación Popular, que ganó las elecciones municipales de Lima: el nuevo alcalde de la capital se presenta también como un adalid frente al comunismo y la ideología LGBT+.

Y en Chile, pese al triunfo en las presidenciales del socialdemócrata Gabriel Boric, no hay que perder de vista a quien fue su rival en esos comicios: el ultraderechista líder del Partido Republicano, José Antonio Kast, hijo de un soldado del Ejército hitleriano y admirador del dictador Augusto Pinochet.

Kast marcó con su sello ultra los debates políticos en ese país, que han estado dominados por asuntos como la delincuencia, la violencia contra la policía y la inmigración. Al igual que ocurre, por cierto, en Europa.

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