Opinión | EL RECORTE

Las cifras y el discurso

Pedro Sánchez y Gabriel Rufián, en el Congreso en una imagen de archivo.

Pedro Sánchez y Gabriel Rufián, en el Congreso en una imagen de archivo. / EFE

Según los datos oficiales, referidos al año 2021, uno de cada seis habitantes en España ha nacido en el extranjero. En ese mismo año más de 600.000 personas de otros países establecieron su residencia en el nuestro, mayoritariamente en Baleares, Madrid, Cataluña y Canarias. En total, siete millones y medio de personas en España –casi el 16% de la población– son inmigrantes. Unas cifras que son demoledoras para el discurso de quienes sostienen, a la vista está que erradamente, que nuestro país es insolidario y que está cerrado «a cal y canto». Simplemente no es verdad.

El problema es que se confunde la inmigración regular con la de los sin papeles; personas que intentan acceder al país de manera irregular. Se trata de una corriente migratoria anómala que se ha convertido en una nueva actividad económica. Para las «agencias mafiosas de viajes» que facturan por transportar personas. Para algunos países africanos que cobran por recibir ciudadanos cuando se les expulsa (entre 1.700 y 2.000 euros por persona). Y también, por cierto, para empresas y organizaciones que cobran de las administraciones públicas por prestar servicios de atención a los migrantes: comidas, vigilancia, residencia, ropa y otros muchas prestaciones.

Los datos de los sin papeles del año pasado son reveladores. Canarias vivió un récord histórico de inmigrantes irregulares. Pero lo más importante es que de las casi 57.000 personas que llegaron a España irregularmente, casi 40.000 lo hicieron desembarcando en Canarias, lo que supone un incremento del 155% sobre los llegados en 2022. El refuerzo de la seguridad realizado por España en la zona del Estrecho, Mar de Alborán, Ceuta y Melilla ha producido dos efectos complementarios: desincentivar el tráfico de migrantes por esos lugares y desviarlo hacia una ruta mucho más peligrosa, como la de Canarias, pero mucho menos protegida. Lo que se ha denunciado tantas veces como sospecha se convierte, con las cifras en la mano, en pura realidad. Lo que Pedro Sánchez llamó «nuestra ruta», o sea, la peninsular, la de ellos, está perfectamente controlada. Y la canaria, la que no es «de ellos», está perfectamente descontrolada.

La única manera de disipar la humareda sentimental que provoca el fenómeno de los migrantes son los números. Y lo que dicen hasta ahora es que la realidad va por un lado y los discursos por el otro. La migración regular funciona y España acoge legalmente a miles de nuevos ciudadanos. La irregular existe porque hay países y mafias que la fomentan. Y porque muchos sin papeles logran quedarse. Ese es el incentivo que está movilizando nuevamente una nueva oleada que ha superado todos los récord.

Y por último un dato. La mayoría de las personas sin papeles que llegaron a España el año pasado eran marroquíes. Los números se cargan literalmente el recurrente discurso de que los migrantes irregulares se lanzan al mar para escapar del hambre y la guerra. Marruecos es un país en desarrollo, con menos paro que Canarias, que recibe miles de millones de euros europeos en políticas de cooperación y que comercializa sus exportaciones sin problema alguno en el marco de la Unión Europea. Y a pesar de todo eso, miles de marroquíes vienen en patera. Qué curioso.

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